Revista Latinoamericana de Difusión Científica  
Volumen 6 – Número 10  
Depósito Legal ZU2019000058 - ISSN 2711-0494  
Revista Latinoamericana de Difusión Científica  
Volumen 6 - Número 10  
Enero – Junio 2024  
Maracaibo – Venezuela  
Revista Latinoamericana de Difusión Científica  
Volumen 6 – Número 10 – Enero/Junio 2024 - ISSN 2711-0494  
P. García Fernández//El coleccionismo de objetos orientales por parte de las mujeres...107-134  
El coleccionismo de objetos orientales por parte de las mujeres  
de la Casa de Austria del siglo XVI  
DOI: https://doi.org/10.38186/difcie.610.08  
Patricia García Fernández*  
RESUMEN  
Este artículo realiza un análisis de los objetos exóticos, especialmente asiáticos,  
coleccionados por las mujeres de la dinastía Habsburgo en el siglo XVI. Se trata de un  
estudio sobre el coleccionismo de las élites como una forma de ostentación y una  
forma de demostrar el rango social del individuo. Este estudio tiene como objetivo  
entender cómo se dieron las transferencias culturales y cómo fueron las relaciones  
entre Europa, Asia y América en el siglo XVI. Asimismo, se busca entender cómo se  
dio el coleccionismo de objetos exóticos orientales en mujeres de la realeza española y  
portuguesa, prestando atención a las agencias femeninas de poder en esa época.  
PALABRAS CLAVE: Poder, colección, Oriente, transferencias culturales.  
The Collecting of Oriental Objects by the Women of the House of  
Austria of the 16th Century  
ABSTRACT  
This article conducts an analysis of exotic objects, especially those of Asian origin,  
collected by women of the Habsburg dynasty in the 16th century. It is a study on elite  
collecting as a form of ostentation and a way to demonstrate an individual's social rank.  
The objective of this study is to understand the cultural transfers and relationships  
between Europe, Asia, and America in the 16th century. Additionally, it aims to  
comprehend how the collecting of exotic Oriental objects took place among women of  
the Spanish and Portuguese royalty, paying attention to female agencies of power  
during that period.  
KEYWORDS: Power, collection, East, cultural transfers.  
Estudiante de Postgrado en la Universidad de Zaragoza, España. ORCID:  
Recibido: 30/10/2023  
Aceptado: 12/12/2023  
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Introducción  
Este artículo estudia el coleccionismo de objetos orientales ejercido por las  
mujeres Habsburgo como práctica prestigiante y manifestación de poder. En este  
sentido, cabe destacar el importante papel que tuvieron la Corona de Castilla y la  
Corona de Portugal en la llegada y posterior difusión de los artículos del lejano Oriente  
en las cortes europeas. El artículo se centra mayoritariamente en reinas de la dinastía  
Habsburgo, que lo fueron por matrimonio o nacimiento, y que estuvieron vinculadas con  
Portugal y a su vez con Castilla. La perspectiva de género que adopta es una  
respuesta a la invisibilización que han sufrido las mujeres por parte de la historiografía  
tradicional como sujeto que ejerce el poder.  
Este artículo se plantea como objetivo el estudio del poder femenino,  
concretamente el de la emperatriz Isabel de Portugal y la reina Catalina de Austria, a  
través de sus colecciones de objetos orientales. El coleccionismo de bienes exóticos en  
general, de orientales en particular fue una herramienta de la realeza para demostrar  
su poder y autoridad. Este estudio también pretende analizar esta circulación de  
objetos, prestando atención a su destino final, determinante a la hora de valorar las  
estrategias de representación desplegadas por las coleccionistas. Los aludidos  
intercambios culturales se manifiestan en un sincretismo entre la estética oriental y  
occidental, y en fenómenos como la incorporación de nuevos objetos (procedentes de  
una cultura exógena), a prácticas cotidianas. Tomando como base la producción  
historiográfica y las fuentes primarias, el artículo estudia los objetos adquiridos por las  
reinas, sus características, sus modos de obtención y su vinculación con el poder y la  
autoridad femenina.  
Aunque los objetos pertenecientes a la zona cultural asiática no fueron los únicos  
productos exóticos que estas reinas poseyeron, esta investigación se ha centrado en  
esa zona geográfica y su relación con Portugal y Castilla. Esto es debido a que el  
comercio de lujo entre los objetos orientales y Occidente tuvo una mayor tradición  
histórica. Además, cabe destacar que centrarse en una única zona cultural permite un  
análisis profundo de la naturaleza de los intercambios, los objetos intercambiados y la  
simbología social e ideológica de los mismos, poniendo como eje central del análisis la  
autoridad y el poder de la figura femenina. Por ello, esta investigación ha adoptado un  
marco propio de la historia cultural, historia del arte e historias de las mujeres.  
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1. Revisión de Literatura  
La producción historiográfica sobre el coleccionismo oriental por parte de la  
realeza femenina ha experimentado un progresivo crecimiento desde la década de  
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990, lo que ha dado lugar a una producción bibliográfica muy abundante. Este  
aumento se explica por el creciente interés en la historia de las mujeres, al menos  
desde la década de los setenta del pasado siglo. Esta corriente historiográfica tiene  
como objetivo presentar a la mujer como sujeto activo en la narración histórica,  
teniendo siempre en cuenta los mecanismos patriarcales del poder. Así pues, el  
concepto de reginalidad pretende estudiar todos los aspectos que conciernen a la  
condición y oficio de reina, no simplemente como un ente anexo a la figura del varón,  
sino a través de sus redes de alianzas, de su capacidad de poder político ejecutivo, de  
sus estrategias para legitimar su autoridad.  
Este artículo parte de Mujeres en la Corte de los Austrias. Una red social,  
cultural, religiosa y política, donde destacan las aportaciones de Gloria Franco Rubio y  
María de los Ángeles Pérez Samper. Resultan igualmente necesarias para nuestro  
trabajo las obras que estudian las relaciones comerciales entre Europa y Asia en el  
siglo XVI, como La Nao de China, 1565-1815. Navegación, comercio e intercambios  
culturales (2013), y particularmente el texto de Rie Amirua. Para el estudio de aquellos  
productos comercializados que ponen de relieve los mecanismos de hibridación  
artística y cultural entre Oriente y Occidente es referencia inexcusable el volumen  
Lacas Namban, huellas de Japón en España. IV centenario de la embajada Keicho  
(2013), donde destacan artículos como el de Yayoi Kawamura. En lo que respecta a las  
especificidades del comercio de objetos orientales en los reinos ibéricos es de obligada  
consulta el artículo “El coleccionismo de arte extremo oriental en España: porcelana  
China” (2003) de Carmen García-Ormaechea Quero. En cuanto a las colecciones  
orientales de las reinas, cada una de las figuras estudiadas tiene una autora de  
referencia. De este modo, para el estudio de las colecciones de Isabel de Portugal cabe  
destacar el “Inventario de Isabel de Portugal” (2010) de María José Redondo Cantera y  
la tesis doctoral Inventario de Isabel de Portugal (AGS, PTR, Leg. 30, doc. 19) (2020)  
de Cristina de la Orden Gil. Para el estudio de los bienes atesorados por Catalina de  
Austria son esenciales los trabajos de Annemarie Jordan Gschwend y Almudena Pérez  
de Tudela, por esa razón destacamos el artículo de Jordan Gschwend “In the Tradition  
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of Princely Collections: Curiosities and Exotica in the Kunstkammer of Catherine of  
Austria” (1995).  
2. Materiales y métodos  
Para realizar esta investigación es necesaria una aproximación interdisciplinar al  
tema desde una perspectiva de género. Por lo tanto, este artículo cuenta con la  
utilización de fuentes bibliográficas, pero también fuentes primarias como son los  
inventarios y testimonios materiales, como es el caso de los objetos conservados en  
museos o espacios musealizados (conventos femeninos o fundaciones reales). Se han  
estudiado los inventarios que pertenecieron a las reinas analizadas, los cuales  
muestran sus pertenencias. Así pues, he trabajado con las transcripciones de María  
José Redondo Carretero para Isabel de Portugal y Annemarie Jordan Gschwend para  
Catalina de Austria, publicados por Fernando Checa Cremades en Los inventarios de  
Carlos V y la familia imperial. Asimismo, se han recopilado las fuentes iconográficas de  
los testimonios materiales a través de la bibliografía o de los fondos digitalizados de  
museos y colecciones.  
3. La figura y el poder de las mujeres de la Casa de Austria en el siglo XVI  
La reina es una figura compleja y polivalente, que varía en función de los  
tiempos, las personas, las circunstancias (Pérez Samper, 2005: 307). Esto provoca que  
el poder femenino de la realeza europea en siglo XVI sea un asunto complejo de  
analizar. En primer lugar, porque no existe una legislación general para organizar su  
poder, simplemente existen normativas para casos concretos. La reina no es una figura  
aislada, depende de su dinastía, la monarquía, la corte y sobre todo de la figura del rey,  
ya que la función de la reina es garantizar la continuidad dinástica. El segundo  
elemento que hace complejo el estudio de la reginalidad es la existencia de muchos  
tipos de reinas, como las reinas propietarias, regentes, consortes y reinas viudas. En  
este caso, las mujeres que trataremos fueron reinas consortes, esposas, hermanas e  
hijas de reyes, las cuales pudieron desempeñar la labor de regentes o gobernadoras.  
Estas reinas pudieron tener más o menos poder, pero siempre de manera delegada o  
indirecta, y siempre dependiendo del poder del rey. Las reinas consortes cuando  
ejercen el poder lo hacen de manera formal e institucional, como las reinas  
gobernadoras, o de manera no institucionalizada pero que les garantizaba gran  
influencia política (Pérez Samper, 2005: 276-282).  
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De este modo, las mujeres de la Casa de Austria fueron elementos  
fundamentales para el mantenimiento de la hegemonía internacional de la dinastía  
Habsburgo en el siglo XVI. La dinastía tuvo una gran importancia durante la Edad  
Moderna porque era el elemento vertebrador de la acción política y la diplomacia de las  
monarquías (Franco Rubio, 2019: 17). Nunca hubo en la Europa de la Edad Moderna  
un grupo femenino tan ligado al poder como fueron las mujeres de la Casa de Austria,  
ya sea por nacimiento o matrimonio (Redondo Cantera, 2019: 169). Estas mujeres  
conformaron una importante red de contactos femeninos donde se intercambiaba  
información, a nivel político, pero también cultural, intercambiando productos de lujo,  
exóticos, modas, literatura (García Sanz, 2019: 265).  
El coleccionismo y el mecenazgo fueron formas de agencia entre las reinas,  
donde pudieron desarrollar su reginalidad. De este modo, en el siglo XVII, el autor  
hispano José de Pellicer expresaba que existían dos formas de ejercer la fuerza  
legítima, a saber modo ense, es decir, por la fuerza de la espada, y modo calamo,  
mediante el apoyo a las artes y letras. No todo el mecenazgo real debe ser reducido a  
una estrategia de propaganda y magnificencia, también son elementos de disfrute  
como consumo cultural (Bouza, 2008: 72-76). En la Edad Media, el espíritu del  
coleccionismo se distanció del gusto personal del individuo, que buscaba el deleite de  
los objetos, por el valor histórico y estético de los mismos. Pero en la Edad Moderna se  
acentuó el coleccionismo entre la nobleza y la realeza, en esta época la fastuosidad de  
los elementos de lujo dejó de verse como algo perverso. Por lo tanto, se evolucionó de  
la schaatzkammer, o cámara del tesoro, a la wunderkammer. o cámaras de maravillas.  
La diferencia entre ambas que en los objetos de gran valor eran custodiados y  
protegidos en la cámara del tesoro, mientras que en la cámara de maravillas los  
objetos tenían otro valor porque eran expuestos (Calvo, 2020: 26).  
La historiadora Natalie Zemon Davis señaló en 1975 que, durante el  
Renacimiento, las mujeres sufrieron un retroceso de poder porque fueron anuladas sus  
libertades y patrimonio, lo cual consolidó su situación de sometimiento. Sin embargo,  
en ese mundo lleno de restricciones, la mujer vio en la promoción artística una  
posibilidad de actuación aceptada a nivel social. A pesar de que las oportunidades de  
las élites femeninas del siglo XVI de participar en la vida intelectual fueron menores que  
en el siglo anterior, el patronazgo permitió a las mujeres explorar el potencial de las  
artes como proclamación de su identidad y estatus. La viudedad fue una etapa propicia  
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para el mecenazgo ya que la mujer gozaba de más libertad y poseía mayores sumas  
de dinero (García Pérez, 2013: 1-4). Las mujeres pertenecientes a las familias reales  
europeas, entre ellas las de los Habsburgo, eran poseedoras de un patrimonio propio,  
procedente de la dote y las herencias familiares. Esos bienes fueron en buena parte  
utilizados en el mecenazgo artístico, literario y religioso (Franco Rubio, 2019: 27). Las  
mujeres de la Casa de Austria gozaron de una buena formación humanística y tuvieron  
una clara inclinación por el mecenazgo y el coleccionismo (López-Cordón Cortezo,  
2
005: 325). Cabe destacar que las obras que patrocinaban estas mujeres solían ser  
obras destinadas a enaltecer su dinastía, destacando los retratos familiares (Heredia  
Moreno y Hidalgo Ogáyar, 2016: 154). Las mujeres Habsburgo fraguaron un prototipo  
de mujer activa en la política y en el arte al servicio de engrandecer la imagen de su  
dinastía, familia y poder. Por ese motivo, tenemos que estudiar las fundaciones y  
colecciones realizadas por ellas, ya que les dotaron de una personalidad propia,  
ensombrecida por su servicio al poder de los hombres (Martínez-Burgos García, 2008:  
6
4).  
4
. Relaciones Oriente-Occidente  
.1. El contacto comercial de Portugal y Castilla con Oriente  
En los siglos XV y XVI se dio un afán expansionista y comercial por parte de  
4
Castilla y Portugal, el cual desembocó en la consolidación de “dos carreras de Indias”,  
cada una con su propio itinerario. En el trazado y consolidación de las rutas se  
mezclaron intereses políticos, económicos, religiosos y comerciales. Esta expansión  
estuvo ligada al comercio de las especias y de productos como la seda o las sustancias  
odoríferas (Trujillo Dennis, 2013: 25-26). Cuando los europeos llegaron a Oriente,  
sobre todo Japón, valoraron su gran sentido artístico y estético, así como su cortesía y  
su prudencia en el modo de proceder (Cabezas, 1995: 62-65).  
Vasco de Gama, amparado por el rey Juan II de Portugal, bordeó el cabo de  
Buena Esperanza y alcanzó Calicut en 1498. Esta expedición abrió las puertas a  
Portugal hacia la expansión por Asia Oriental y Meridional. Para ello, utilizaron un  
sistema de factorías situado en la India, Océano Índico y Golfo Pérsico (Trujillo Dennis,  
2
013: 27-33). Fruto de estas expansiones asiáticas, las Coronas ibéricas consolidaron  
sus rutas comerciales por Oriente, formadas por enclaves comerciales que conectaban  
Asia con la metrópolis. A comienzos del siglo XVI los portugueses gozaron de un  
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monopolio comercial en Asia. Desde 1522 la base comercial lusa en Extremo Oriente  
fue Ningbo, pero en 1549 fue Sanchuan. Los chinos concedían a los portugueses la  
condición de ser socios acreditados a nivel comercial permitiéndoles asentarse en  
Macao desde 1554, que se convirtió en la base portuguesa en China definitiva  
(Cabezas, 1995: 99). Los portugueses, teniendo como base Goa (India), establecieron  
relaciones comerciales con Malaca y las Islas Ryukyu en el noroeste de Japón (Aguiló  
Alonso, 1998: 156). Gracias al enclave de Macao se entablaron oficialmente las  
relaciones comerciales entre China y Portugal, lo que permitió el incremento de viajes  
hacia el sur de Japón. China prohibió el comercio con Japón, por lo que los  
portugueses se beneficiaron de esa situación actuando como intermediarios entre  
China y Japón, convirtiéndose Nagasaki en el terminal de esa ruta comercial que  
comprendía Lisboa-Goa-Macao-Nagasaki. Los territorios ultramarinos portugueses en  
Asia comprenden lo que se conocía como Estado de India, el cual estaba formado por  
una sucesión de asentamientos comerciales desde el Cabo de Buena Esperanza hasta  
China y Japón (Trujillo Dennis, 2013: 33-36). El Estado de India era conocido como la  
India Portuguesa, y así aparece reflejado en la documentación (Machuca, 2012: 78).  
En cuanto a la Corona de Castilla, el contacto con Asia se produjo gracias a la ruta  
del Galeón de Manila, que conectaba Manila con Acapulco, llegaba hasta Veracruz y,  
de allí, partía hacia Sevilla. Las Islas Filipinas actuaron como puente entre Asia,  
América y Europa porque desde Manila se establecieron contactos con China, Japón y  
las Molucas. En estos territorios asiáticos, la plata de Nueva España era intercambiada  
por sedas y porcelanas chinas, y también otros objetos indo-portugueses y japoneses.  
En Manila se produjo un asentamiento de chinos comerciantes, llamados sangleyes, y  
también de japoneses (Trujillo Dennis, 2013: 38-39). Por lo que el comercio entre  
Castilla y Japón fue siempre a través de Filipinas (Aguiló Alonso, 1998: 153).  
Los portugueses y castellanos sostuvieron una actividad comercial y  
evangelizadora durante más de tres siglos en Oriente. Los jesuitas se mostraron  
especialmente activos en Japón, los cuales estuvieron bajo el patrocinio del rey  
portugués. Pretendían extender la religión católica, pero no querían destruir la  
civilización japonesa sino enriquecerla (Cabezas, 1994: 92-93). Llevaron consigo  
numerosos objetos de devoción para realizar proselitismo, lo que facilitó la llegada de  
arte cristiano occidental a Extremo Oriente. En consecuencia, la llegada de las obras  
europeas a Oriente generó un fenómeno de mestizaje artístico en India, Ceilán o China,  
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que se materializó en lo que actualmente se denomina arte indo-portugués. Esto  
generó que artistas japoneses y chinos adaptaran su trabajo a los gustos occidentales,  
como es el caso de Rauluchantin y Bani Xerim, que fueron orfebres de Goa. Ambos  
fueron enviados a Lisboa en 1530 para producir obras sujetas a las tipologías  
funcionales y los rasgos estéticos de la demanda occidental. Otro ejemplo de esa  
adaptación estética a los cánones occidentales es el estilo nanban, caracterizado por la  
producción en territorio japonés de objetos diseñados según los parámetros estilísticos  
y temáticos fijados por los modelos traídos desde Occidente (Aguiló Alonso, 1998: 154).  
La ruta del Galeón de Manila conectaba los territorios de América con China,  
Japón, Formosa, las Molucas, Vietnam, Camboya, Siam, Malasia, la India y Ceilán.  
Gracias a esta ruta llegaron a la Península Ibérica biombos, especias, muebles lacados,  
abanicos, porcelanas, papeles pintados y sedas chinas (Alfonso Mola y Martínez Shaw,  
2
003: 87-88). La consolidación de una ruta que unía Asia y América con Europa puso  
las bases de un intercambio comercial y cultural que transformó y conectó sociedades  
muy dispares (Baena Zapatero, 2013: 239). Ello favoreció el desarrollo de una serie de  
manifestaciones artísticas que denotaban un mestizaje entre el mundo hispano-asiático,  
el mundo hispanoamericano y la metrópoli (Alfonso Mola y Martínez Shaw, 2003: 88-  
9
0). Gracias al Galeón de Manila y la Nao de Macao se despertó la admiración y  
curiosidad coleccionista por parte de las élites dirigentes, sobre todo monarcas y  
miembros de la realeza (Morales, 2013: 136).  
4.2. Las características principales de los productos orientales  
Gracias a las nuevas rutas transoceánicas que se han contemplado en el epígrafe  
anterior, se impulsó una movilidad sin precedentes se impulsó la movilidad de piezas  
artísticas, objetos religiosos y materias primas, lo que enriqueció la cultura visual tanto  
oriental como occidental (Arimura, 2013: 120).  
4.2.1. Esculturas religiosas de marfil  
En Filipinas, gracias a la labor de los evangelizadores, proliferaron los bienes  
muebles litúrgicos específicamente diseñados para las celebraciones religiosas. Con el  
fin de satisfacer las necesidades de los religiosos, los artesanos chinos realizaron  
piezas al gusto europeo, siguiendo los modelos traídos desde Europa por los  
misioneros, pero con reminiscencias orientales. La cuna de estos objetos fue la ciudad  
china de Zhangzhou (Ruíz Gutiérrez, 2013: 190-192). Cabe destacar que, dentro de las  
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esculturas religiosas de marfil, podemos diferenciar entre los marfiles hispanofilipinos,  
realizados por sangleyes, y los marfiles indo-lusos. En el caso de los ejemplares indo-  
lusos el tratamiento del cabello es zigzagueante y también hay un abundante uso del  
dorado. Por otro lado, las tallas hispanofilipinas tienden a marcar líneas curvas y se  
utiliza el color marrón oscuro para policromar el pelo de las figuras masculinas. Las  
piezas hispanofilipinas muestran un tratamiento distinto de los ojos que en las piezas  
indo-lusas, los cuales son pequeños y achinados. En cuanto a los rostros, las figuras  
indo-lusas son más alargadas y grandes, mientras que las hispanofilipinas son más  
ovaladas y pequeñas. En lo que respecta a las vestiduras, en las piezas  
hispanofilipinas está muy presente el color dorado cobrizo, no así en las indo-lusas  
(Sigüenza, 2015: 11-14).  
En lo tocante a los tipos iconográficos, ambas escuelas, estuvieron sometidas al  
dictamen del gusto europeo y la imaginería católica. La variante iconográfica de mayor  
éxito fue el Niño Jesús triunfante, una premonición de Cristo como salvador del mundo  
con una mano en actitud de bendecir y la otra portando el orbe surmontado por la cruz.  
Le siguen de cerca los Cristos crucificados, las imágenes marianas y otras  
modalidades iconográficas del Niño Jesús. Las representaciones del Divino Infante  
como Buen Pastor fueron las imágenes más comunes de los marfiles asiáticos, en  
estas producciones tan características de la eboraria oriental el Niño Jesús, en actitud  
pensativa o durmiente, se sienta sobre un pedestal-monte arborescente, fórmula que  
muestra el sincretismo entre las iconografías budista y cristiana (Herrero Sanz, 2003:  
9
3). Sin embargo, hay disparidad entre las piezas hispanofilipinas e indo-lusas. De este  
modo, son inexistentes las Sagradas Familias en las piezas indo-lusas, mientras que la  
Piedad, la Visitación, el Árbol de Jesé y la Huida a Egipto están presentes, pero no así  
en las hispanofilipinas. Por contra, las piezas hispanofilipinas optaron por temas  
marianos, la Pasión de Cristo y representaciones alegóricas (Sigüenza, 2015: 11-14).  
4.2.2. Lacas  
El origen de las lacas está en China, aunque posteriormente se extendió a Japón,  
Corea e India. La materia prima de esta técnica decorativa tan hermosa y resistente es  
la resina del árbol urushiol (Ordóñez Goded, 2016: 195). Los objetos lacados fueron  
piezas muy valoradas en Europa por su trabajo artesanal y ornamentación, puesto que  
reunían funcionalidad y belleza. La laca no solo tenía un carácter decorativo, sino que  
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también protegía de la humedad a los materiales que recubría (Ruíz Gutiérrez, 2013:  
1
74-175).  
Las lacas chinas se realizaban con la sabia procedente del árbol rhus verniciflua.  
La evolución decorativa de la técnica hacia los objetos con incrustaciones de nácar o  
en relieve que combinaban el barniz de color se hizo efectiva a partir de la dinastía  
Ming (Ruíz Gutiérrez, 2013: 177). La gama cromática de las lacas chinas abarcaba los  
colores rojo, negro, marrón, verde y amarillo. Su labor ornamental más característica  
fue el tallado que consistía en aplicar un gran número de capas de laca y, una vez  
secas y pulidas, se labraban hasta que la superficie se asemejaba a la talla de madera  
(Ordóñez Goded, 2016: 196). En China destacamos la laca denominada Coromandel,  
la cual se desarrolló en talleres chinos del siglo XVI dedicados a la producción de  
mobiliario. Esos productos se comercializaban desde la India, en el puerto de  
Coromandel, lo que les valió su apelativo. Es posible que las primeras lacas que  
encontramos en Europa fuesen de origen chino, traídas por los portugueses, dado que  
estos establecieron un contacto más temprano con el enclave comercial de  
Coromandel (Ordóñez Goded, 2016: 196). Estas lacas eran piezas grabadas, con  
relleno de pigmentos o con incrustaciones de nácar (Kawamura, 2003: 212). Dentro de  
los objetos de origen chino que triunfaron en la Europa del siglo XVI, destacamos los  
pertenecientes a la dinastía Ming (1368-1644). Durante el comienzo de la dinastía Ming  
el grabado de laca fue muy próspero, pero no se diferenciaba del estilo Yüan (1271-  
1
368), ya que ambos mantuvieron un moldeado suave y redondeado, con unos diseños  
sencillos. Pero en la etapa de Hsüan-te (1426-1435) se produjo un cambio estilístico  
con una mayor agudización en el diseño y la ejecución, las superficies fueron más  
planas y los contornos más afilados con un sentido más lineal, anguloso y  
zigzagueante. El estilo de la etapa Hsüan-te tuvo un sentido severo y más frío que el  
estilo anterior. En este periodo también apareció una técnica de policromía consistente  
en superponer capas de laca con colores distintos y luego esculpirlas, consiguiendo un  
efecto cromático realista donde abundaron las representaciones vegetales (Kitaura,  
1
991: 346).  
En cuanto al arte japonés, tuvo una gran importancia el arte de laca negra, llamada  
urushi. El urushi es una materia prima pastosa que procede de la savia del árbol  
llamado rhus verniciflua o árbol de la laca. La base del lacado solía ser madera en la  
cual se superponían sucesivas manos de barniz, llegando incluso a aplicar veinte  
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capas para obtener una superficie lo suficientemente brillante y resistente. Las lacas de  
color negro era las preferidas de los japoneses, pero el rojo también era habitual.  
Finalmente, la superficie lacada recibía aplicaciones ornamentales realizadas con  
diversas técnicas, siendo la más común la conocida como maki-e. Las piezas maki-e se  
reconocen por el empleo de polvo metálico sobre el fondo negro. Los motivos  
ornamentales podían ser planos, llamados hiramakie, o podían tener relieve, llamados  
takamakie. Para matizar los distintos motivos ornamentales se usaba la técnica nashiji-  
e, que consistió en un moteado a base de finas partículas de oro o plata que dejaban  
ver el fondo negro. La gama cromática de los motivos decorativos podía ampliarse  
también al rojo, el amarillo y el verde. Otra técnica de decoración característica de la  
laca japonesa incluía la incrustación de nácar, marfil, coral y pequeñas piezas de metal.  
Esta técnica era conocida como raden (Kawamura, 2013: 249-254).  
Dentro de las lacas japonesas debemos destacar las lacas Namban del siglo XVI.  
Este estilo nació como consecuencia de los contactos comerciales y religiosos entre  
europeos y japoneses, lo que dio lugar a la aparición de una producción oriental  
adaptada a la estética occidental. Los portugueses, al haber estado en contacto con los  
indios, conocían los trabajos de nácar y la laca de la India, la cual utilizaba la secreción  
de la cochinilla como materia prima colorante. Las características ornamentales  
principales de las lacas indias fueron los motivos arabescos, los motivos vegetales y la  
presencia de decoraciones tupidas. Posteriormente, cuando los portugueses llegaron a  
Japón, observaron que la laca urushi tenía un brillo más profundo e impactante que el  
de las lacas indias, motivo por el cual creció considerablemente la demanda de piezas  
japonesas en detrimento de aquellas. Los objetos Namban más comunes producidos  
para el mercado occidental fueron, a nivel religioso, el tríptico, el arca eucarística, el  
hostiario y el atril. Por otro lado, entre los objetos civiles destacaron el escritorio con  
varios cajones, el arca y la arqueta de tapa en forma de medio cañón, la silla plegable,  
las mesas de pequeñas dimensiones, tazas, bandejas, jarras, aguamanil y cajas.  
Dentro de las colecciones de los Austrias, los objetos lacados japoneses ocupaban un  
lugar de máximo prestigio (Karamura, 2003: 213-214). Las características principales  
de la laca Nanban es que utilizó la decoración muy influenciada por los gustos  
occidentales, por ese motivo se utilizó el makie, el nashiji-e y el raden, con una  
tendencia al horror vacui en la composición que comparte con las lacas indias. Dentro  
del repertorio ornamental de las lacas Namban abundaban los motivos vegetales y  
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animales, así como motivos geométricos en los marcos (Kawamura, 2013: 260). En  
cuanto a la decoración representada en las lacas Namban, no era japonesa de  
contenido, es decir, no seguía las constantes básicas del estilo japonés, que  
comprendía fondos amplios, asimetrías, motivos aislados. La decoración Namban  
seguía criterios estéticos occidentales, con influencias de la taracea mudéjar. A pesar  
de ello, se utilizaban motivos florales, propios de la estética japonesa, junto con otros  
elementos propios de otras culturas asiáticas, como animales fantásticos y pájaros y,  
rara vez, alguna escena de caza de carácter europeo (Aguiló Alonso, 1998: 165-167).  
Las arcas destinadas a la exportación europea llevaban tapas en forma de medio  
cañón, las cuales eran desconocidas en la cultura japonesa (Kawamura, 2013: 255-  
2
66). Además, a las lacas namban se les realizaban añadiduras metálicas, al gusto  
europeo. La mayoría de las guarniciones metálicas con piedras semipreciosas que  
recibieron las piezas fueron de producción occidental, mayoritariamente novohispanas  
(Kawamura, 2013: 289).  
4.2.3. Porcelanas chinas  
En cuanto a la porcelana china, su pasta estaba compuesta de caolín y feldespato,  
materiales que le conferían cualidades muy valoradas como su blancura, translucidez,  
impermeabilidad, sonoridad y dureza. El caolín es un componente esencial para la  
porcelana porque es muy resistente a las altas temperaturas, que son necesarias para  
que se produzca la vitrificación. La porcelana de la dinastía Ming fue muy coleccionada  
en Europa, debido a su armonioso nivel técnico, formal y decorativo (García-  
Ormaechea, 2003: 232-239). Durante el periodo Ming, se fabricaron porcelanas  
blancas con dibujos en azul cobalto llamada ch’inh-hua y también la wu-ts’ai, las cuales  
eran porcelanas pintadas enrojo, azul, verde, amarillo y negro (Kitaura, 1991: 347).  
En China existían las cerámicas de pasta dura o compacta, donde se incluyen el  
gres y la porcelana. El gres se cocía a altas temperaturas que lo hacía impermeable al  
vitrificase, como ocurría con la porcelana, con la que compartía ausencia de porosidad,  
similar dureza y sonoridad. Sin embargo, ambos se diferenciaban en que el gres no  
tenía ni la blancura ni traslucidez de la porcelana, a pesar de que presentaba un  
aspecto similar porque recibía una capa blanca que se vitrificaba en la cocción. Estas  
dos ramas de la producción cerámica china llegaron a Occidente, pero no fueron  
diferenciadas y ambas fueron llamadas “porcelanas” en la documentación. Las vajillas  
chinas con decoración en azul cobalto fueron muy apreciadas. Durante el periodo  
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Jiajing, que comprende el siglo XVI, fue muy habitual la decoración con aves, flores y  
árboles como el ciruelo, el bambú y el pino, el ave fénix o el dragón. Cabe destacar que  
existió una técnica para proteger a la porcelana, la cual presentaba un esmalte  
monocromo rojo aplicado sobre una cubierta de pasta vítrea, y sobre este esmalte se  
ponía decoración dorada realizada con pan de oro. La decoración se aplicaba tras  
cocer la pieza, predominando los motivos florales como el loto o crisantemo (Álvaro  
Zamora, 2006: 726-730). Muchas piezas de porcelana china llegaron a Europa, donde  
se les solían añadir guarniciones metálicas de factura europea.  
4.2.4. Abanicos  
En Europa se coleccionaron tanto abanicos rígidos o de pantalla como plegables o  
de país. Los abanicos rígidos son muy antiguos y se encontraban en China. El abanico  
rígido podía ser de pantalla, de bandera o de rueda, y estaba realizado en hoja de  
palma, piel, plumas y seda. Por otro lado, el abanico plegable nace en Japón, donde es  
un complemento masculino, en particular en lo que se refiere a los ejemplares para  
guerreros, símbolos de su elevado estatus en el periodo feudal (Albaladejo Martínez,  
2
014: 109). Este abanico estaba compuesto por un esqueleto de varillas realizadas de  
carey, hueso, nácar o madera. El abanico plegable era ornamentado en su parte visible  
con grabados, incrustaciones y policromías. El resto del abanico plegable lo formaba el  
país, que podía ser de papel, de seda y estaba ornamentado con pintura, grabados y  
bordados (Merino de Cáceres y Valverde Merino, 2003: 263).  
En abanico fue el elemento que más fascinó las mujeres de la realeza y  
aristocracia del siglo XVI en España y Portugal. Estos productos llegaron a la Península  
Ibérica gracias a la ruta que conectaba Goa y Lisboa. El abanico más utilizado por las  
élites ibéricas fue el abanico japonés plegable. Los abanicos asiáticos fueron  
introducidos en Castilla gracias a las relaciones matrimoniales entre la corte portuguesa  
y la española, por lo tanto, la mujer tuvo un papel muy importante en esa transmisión  
(
Jordan Gschwend, 2003: 267-268). En el siglo XVI en la corte española se usaban los  
abanicos plegables perfumados con almizcle, ámbar o benjuí (Albaladejo Martínez,  
014: 109-110), los cuales estaban realizados de nácar, marfil, carey y maderas nobles.  
2
Los primeros abanicos asiáticos que llegaron a Europa encontraron una excepcional  
acogida en la corte del rey Manuel I de Portugal, siendo su hija Isabel de Portugal quien  
los introdujo en la corte de Castilla debido a su matrimonio con Carlos I de España,  
entre los que destacamos los moscadores o espantamoscas indio. Los abanicos  
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recibieron nombres distintos a los de la actualidad, de este modo, a los abanicos  
plegables se les llamaban abanicos lequios, a los de pantalla rígida se les llamó abanos  
y a los de tela blanda se les llamó boa graça. En la documentación aparecen llamados  
como amoscadores de manera genérica (Bosch Moreno, 2016: 388-389). Sea como  
fuere, el abanico era un símbolo de estatus y poder por parte del que los llevaba tanto  
en Oriente como en Occidente (Jordan Gschwend, 2003: 269).  
4.2.5. Textiles orientales  
Los textiles orientales también fueron muy apreciados por los europeos. Así pues,  
los centros de producción de bordado indo-portugués más importantes fueron los de  
Cambay, en la región de Gujarat y los de la región de Bengala. Para la fabricación de  
estos textiles indo-portugueses se usaban sedas de China intercaladas con hilo  
metálico. La decoración de estos tejidos era variada, introduciéndose con el tiempo  
motivos cristianos, pero las decoraciones florales y vegetales fueron las más  
abundantes. De este modo, los tejidos orientales más apreciados en la Corte española  
del siglo XVI fueron los indo-portugueses (Benito García, 2003: 143-145). Además de  
los textiles indo-portugueses, podemos destacar otros tejidos orientales, como la seda,  
la muselina o el brocado. La seda es originaria de china, pero gozaba de una gran  
tradición productora en Europa. También tenemos que destacar el tejido damasco, el  
cual podía proceder de Europa y Oriente Medio, de ahí su nombre, pero también de  
China (Arimura, 2013: 127). También fue muy valorada la muselina, que era una tela  
fina de algodón procedente de la India.  
5.Estudio de caso: los objetos orientales coleccionados por la emperatriz  
Isabel de Portugal y la reina Catalina de Austria  
El gusto por lo exótico era habitual en las cortes del renacimiento. El coleccionismo  
de objetos singulares y animales exóticos se convirtió en una tradición de los  
Habsburgo durante el siglo XVI transmitida por la corte portuguesa de Manuel I, quien  
estuvo muy interesado por las curiosidades que llegaban de oriente gracias a sus  
contactos con las nuevas rutas comerciales que conectaban de manera directa  
Portugal con los territorios de Ultramar. Por esa razón, las cortes de España y Portugal  
tuvieron más capacidad de atesorar esos objetos exóticos (Albaladejo Martínez, 2014:  
9
6). Como se observa en los inventarios, los objetos provenientes de China, la India,  
Japón y Molucas fueron muy extraños y exclusivos, lo cual aumentaba su prestigio. Un  
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signo que muestra su exclusividad y valor es que los objetos exóticos aparecen en los  
inventarios acompañados de un calificativo que haga referencia a su origen. Sin  
embargo, se solía hacer referencia a esos objetos orientales con el sustantivo “Yndia” o  
“Yndias de Portugal”, etiquetas genéricas que abarcan objetos procedentes de lugares  
distintos, como la India, Ceilán, China, Japón o las Molucas. Por otro lado, cabe  
destacar que en alguna ocasión suele aparecer “de la chyna” o “de la chyna de la  
yndia”, aunque eso puede hacer referencia tanto a China como a Japón, Corea u otro  
lugar del Asia oriental (Kawamura, 2003: 216).  
5.1. Isabel de Portugal  
Isabel de Portugal fue hija de Manuel I de Portugal y María de Aragón, por lo tanto,  
fue hermana del rey Juan III de Portugal. Por su matrimonio con el emperador Carlos V  
fue emperatriz del Sacro Imperio y reina de España. Al ser educada en la corte  
manuelina desarrolló un lenguaje de poder basado en la posesión y visibilidad de lo  
suntuario. Las joyas, tejidos e incorporación de elementos exóticos a su imagen ponían  
de manifiesto la dimensión de su autoridad (Redondo Cantera, 2019: 213). El exotismo  
de Isabel es fruto de su propia procedencia personal que resaltaba su personalidad  
lusa en la corte española (Redondo Cantera, 2010: 1238). La colección de bienes de  
Isabel de Portugal estuvo más próxima a los tesoros reales bajomedievales, donde  
dominaron las joyas, objetos preciosos y los tapices. Con independencia de los objetos  
que habría adquirido como infanta de Portugal, el cuerpo importante de su colección se  
formó cuando fue emperatriz (Redondo Cantera, 1998: 223).  
En el inventario de Isabel de Portugal, extraído de la obra Los inventarios de  
Carlos V y la familia imperial, vol. II, se hace alusión a artículos procedentes del  
Extremo Oriente. De este modo, destacamos las escribanías, los cofres y los azafates  
que aparecen registrados en los asientos acompañados del sintagma “de las yndias o  
de la chyna”. En otras ocasiones podemos deducir su origen exótico gracias a los  
materiales y decoración que presentan. Isabel de Portugal poseía “una escribanía de  
asiento de nácar con tres bisagras y una aldavica de oro” (La Orden Gil, 2020: 200).  
También poseyó una mesa lacada negra y dorada proveniente de China o India:  
una mesa de la Yndia que era de la emperatriz pintada de oro e negro con  
muchas figuras de hombres a caballo e arboles con pies de una armadura  
pintada de oro e negro que tiene de largo vara e sesma y de ancho una vara  
metida en una caxa pintada de verde (Ordóñez Goded, 2016: 203).  
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Existen dudas con relación a una pieza que se dice “de la china de la yndia”. Se  
trata de “una mesa de la china de la yndia dorada toda de unos personajes e de  
negro...” para Aguiló tendría procedencia china y llegó a España por Filipinas, pero  
para Kawamura sería japonesa por la decoración makie que presenta (Ordóñez Goded,  
2
016: 202-203). Por otro lado, Isabel tenía un cofre de nácar con dos cajones realizado  
en Gujarat y un azafate pintado y dorado (Redondo Cantera, 2010: 1237-1238).  
Además, Isabel de Portugal también se hizo con piezas de porcelana china blanca con  
guarniciones metálicas doradas:  
unas porçelana dorada de dentro y fuera labrada de buril de bastiones por  
fuera y de dentro ljsa tiene dos asas fechas de medios cuerpos márgenes y  
en el pie tres rrostros de serafines con alas (González Fuertes y Cañas  
Gálvez, 2010: 1514).  
Por otra parte, Isabel contó con una gran colección de abanicos, así pues,  
destacamos un abanico de marfil completamente tallado proveniente de Ceilán  
(Redondo Cantera, 2010: 1238). Además, poseía más abanicos procedentes de la  
India, según la documentación. No obstante, estos abanicos eran de papel pintado, lo  
que nos permite suponer un posible origen chino o japonés, como el "moscador de la  
india de papel pintado" que se registra en su inventario. No menos enigmático es “un  
moscador de la india de conchas de colores con maneçillas de plata” (La Orden Gil,  
2
020: 214-215).  
Isabel también poseyó refinados textiles indios, los cuales componían su ropa de  
cama y menaje doméstico, según sus inventarios. Entre aquellos podemos distinguir  
géneros como el brocatel, las sedas, lienzos finos de algodón, tejido de Calicut y la  
beatilla de Bengala (Redondo Cantera, 2010: 1227). También poseyó artículos  
confeccionados a base de martas cibelinas. La marta es un animal cuyo pelaje era muy  
valorado y habitaba en múltiples territorios, incluyendo Europa y el Oriente Lejano  
(Redondo Cantera, 2019: 206). Según sus inventarios, el pelaje de martas fue utilizado  
tanto para la ropa de cama como para la indumentaria.  
Isabel dispuso de joyas con piedras preciosas como rubíes, zafiros, balajes,  
granate, margarita, jacinto, cristal de roca, ágata, cuentas de oro, plata, nácar,  
lapislázuli, ámbar, coral, calcedonia, algunas presumiblemente venidas de oriente  
(Redondo Cantera, 2010: 1210-1216):  
Dos braçaletes de oro fechos en las Yndias de Portugal que tiene cada uno  
diez rubies y el uno quarenta diamantes y el otro quarenta y uno muy  
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pequeñjcos por labrar y pesaron así como estan llenos de betun (González  
Fuertes y Cañas Gálvez, 2010: 1416).  
La emperatriz también poseía fragancias orientales como el benjuí en forma  
líquida o sólida, el almizcle de Algalia y el ámbar gris o materias primas imprescindibles  
para confeccionar las preciadas aguas de olor (Redondo Cantera, 2010: 1235). Por otro  
lado, la emperatriz solía recibir conservas provenientes de Portugal, las cuales estaban  
realizadas con frutos exóticos, sobre todo frutos desecados de mirobálanos de la India,  
a los cuales se les atribuían propiedades curativas porque estimulaba el apetito de los  
enfermos (Redondo Cantera, 2019: 193). Isabel poseía objetos realizados con maderas  
orientales como el ébano, la peonia y el lináloe, aunque muchas de ellas no sabemos si  
eran exactamente orientales ya que podían provenir de muchos puntos del planeta  
(Redondo Cantera, 2013: 114). Según sus inventarios, la emperatriz también poseyó  
imaginería religiosa realizada con materias primas orientales como un San Sebastián  
de marfil o un niño Jesús de nácar, por ejemplo: “un San Sebastian de martfil puesto en  
una caxa de oro como pilar que tiene sies pilares y el pie tiene seis piedras de aljófar”  
(González Fuertes y Caña Gálvez, 2010, 1475).  
5.2. Catalina de Austria  
Catalina de Austria fue hija de Juana I de Castilla y Felipe de Austria, y por su  
matrimonio con Juan III fue reina de Portugal. Catalina fue una de las figuras más  
destacadas dentro del coleccionismo de objetos orientales en el siglo XVI. Esto se debe  
a que fue criada en Castilla, junto con su madre Juana, y esto le hizo estar familiarizada  
con objetos que su madre había heredado de la reina Isabel la Católica. Muchos de  
aquellos objetos eran de procedencia exótica gracias a los fructíferos contactos de  
Castilla con los territorios americanos y asiáticos. Posteriormente, como reina de  
Portugal tenía grandes contactos con Asia durante el siglo XVI, por este motivo,  
Catalina poseyó arquetas, estatuillas, bandejas, biombos orientales, lacas y porcelanas  
(Franco Rubio, 2019: 49). Durante su reinado, Catalina compró objetos llegados de  
Goa, Ceilán, Malaca, Macao, Japón, China y las islas Ryukyu. Su colección fue  
guardada en habitaciones adyacentes a sus aposentos y llegó a ser en su día la  
colección más grande de objetos orientales de Europa (Jordan Gschwend, 2010: 2985-  
2
986). Catalina de Austria demostró tener un gran criterio como coleccionista,  
separando los objetos funcionales de los preciosos (Aguiló Alonso, 1998: 158).  
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Entre los objetos de Catalina se reconocen tres escritorios y dos arcas lacadas de  
estilo namban (Kawamura, 2013: 266). Catalina de Austria poseyó un altar portátil de  
origen namban, japonés, de los denominados Makie-Gan. Se trataba de una mezcla  
entre el tríptico occidental cristiano y el tabernáculo budista. Catalina de Austria compró  
varias sillas chinas, las cuales eran “de desarmar de laca negra con oro” y “una mesa  
de madera de la India cubierta de laca negra pintada de oro con dos sillas de la misma  
labor” que fue un regalo de Catalina para su nieto Carlos de Austria (Aguiló Alonso,  
1
998: 162-164). Por otro lado, cabe destacar un biombo que perteneció a Catalina, de  
claro origen japonés. Catalina de Austria tenía un oratorio procedente de Japón, ya que  
era de color negro con decoración dorada: “en una caja de laca negra con dos puertas  
pintadas por dentro y por fuera con letras de oro de la Sagrada escritura y por dentro  
dorado sobre campo negro”. Estos oratorios eran realizados en Kyoto para los jesuitas  
y son la muestra más importante de los trípticos namban. La decoración de este  
oratorio fue kodaiji maki-e, es decir, laca negra con motivos de hojas de otoño y flores  
de oro (Aguiló Alonso, 1998: 163). La reina también poseía un cofre de nácar y plata de  
Gujarat, que utilizó como estuche de joyas en su cámara. También tuvo un cofre de  
carey con cerradura y bandas de plata dorada, y un cuenco y bandejas de porcelana  
que regaló a sus sobrinas Juana y María de Austria (Jordan Gschwend, 2010: 2985-  
2
986).  
Catalina también tuvo un cinturón hecho en la India, que constaba de 34 piezas  
articuladas con incrustaciones de pequeños diamantes, rubíes y esmeraldas. Asimismo,  
realizó innumerables compras de bezoar, almizcle, benjuí y civeta, tanto para uso  
médico como cosmético. En 1551, el tesorero de Cochin compró para la reina una joya  
de la India, engastada con siete esmeraldas, cuatro rubíes y ocho perlas (Jordan  
Gschwend, 1995: 3-5). Además de estas joyas, Catalina poseía regalos provenientes  
de los reyes de India y Ceilán como un collar de oro con rubíes y diamantes o un collar  
de perlas. También poseyó joyas, como un brazalete de oro, donde se reflejaban  
animales exóticos como papagayos. Entre sus textiles orientales, destacamos telas  
como sinabafa de Bengala o los llamados romanos volantes, que son colgaduras  
diáfanas procedentes de Chaul (Jordan Gschwend, 2010: 2986). Según el inventario de  
Catalina de Austria, extraído de Los inventarios de Carlos V y la familia imperial, vol. III,  
destacamos otros textiles orientales como el brocado, el cual combinaba la seda y el  
hilo metálico:  
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en Ljsboa xvj de mayo de Dxxviij rrecebio los camareros un panesycos de  
brocado de Yndya de mucho labores con oro e seda que tiene dos dedos  
conpljdos de orello a orello que puede servir de sobremesa (Jordan  
Gschwend, 2010, 3135).  
Según su inventario, Catalina de Austria poseyó recipientes de coco realizados en  
India, los cuales tenían una tapa a modo de cáliz, porcelanas con guarniciones  
metálicas y un azafate realizado en india decorado con nácar: “un açafate grande  
entretallada de pieças de nacra que es de la Chyna el qual açafate rrecebio de sy  
mjsmos en Ljsboa xv de mayo de Dxxviij” (Jordan Gschwend, 2010, 3102). Así mismo,  
su inventario muestra la presencia de abanicos: “dos avanos de Yndia” (Jordan  
Gschwend, 2010, 3156).  
Catalina también poseyó flora y fauna salvaje y exótica, procedente de Asia, África,  
India y Brasil. En el Renacimiento los monarcas mostraban su poder domando  
animales salvajes porque la doma representaba el control de la naturaleza. Catalina  
solía regalar animales exóticos a su familia, por ejemplo, a su hermano Carlos le regaló  
dos gatos de algalia (Jordan Gschwend, 2010: 2987). Los animales exóticos también  
fueron elementos distintivos y de lujo, debido a su ausencia en espacios europeos.  
Algunos eran animales de compañía y otros estaban expuestos en menageries a modo  
de gabinetes de curiosidades vivos (Franco Rubio, 2019: 49).  
Como reina de Portugal y de sus posesiones ultramarinas, Catalina era la mejor  
situada dentro de los Austrias paras regalar curiosidades exóticas a los miembros de su  
familia. De este modo, envió a sus sobrinas, Juana y María de Austria, un cofre y tres  
cuencos de carey de Gujarat. A su hermana María de Hungria le envió a Bruselas una  
arqueta de marfil con montura de plata. Cuando su sobrina Juana de Austria fue a  
Portugal a desposar a su hijo, Catalina le obsequió con objetos de su colección oriental,  
entre ellos un salero con forma de elefante de cristal de roca (Jordan Gschwend y  
Pérez de Tudela, 2003: 929).  
6.La función de los objetos orientales como elementos de lujo, prestigio y  
distinción  
En el Antiguo Régimen no era suficiente tener un determinado rango, era preciso  
materializarlo y hacerlo visible. El orden estamental se cimentó sobre una  
correspondencia entre rango y forma, por lo tanto, la confusión de las apariencias ponía  
en duda estos presupuestos de diferenciación social. Por tanto, la adquisición de  
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ciertos bienes exclusivos estaba ligada al privilegio estamental. La materialización de la  
diferenciación social fue muy importante para la Corona, por ese motivo imponía leyes  
suntuarias, ya que la ostentación externa debía ser consecuencia del rango (Álvarez-  
Ossorio Alvariño, 1999: 265-277). Según Braudel, la cultura material es clave para  
conocer el ambiente en el que se encuentra una sociedad. Para este autor, los objetos  
deben ser entendidos desde lo material y lo simbólico. Mauss asegura que un objeto  
debe ser estudiado en sí mismo, en relación con los individuos que lo utilizan y en  
relación con la totalidad del sistema observado. Es necesario saber cómo un individuo  
se sitúa ante los objetos suntuarios y el rango que estos le conceden. También es  
importante apreciar como los objetos se introducen en espacios nuevos y transforman  
formas de lo cotidiano, como ocurría con los objetos orientales (Machuca, 2012: 79-81).  
Para Quiccheberg, una colección era el microcosmos del mundo exterior poseído  
simbólicamente por el propietario (Jordan Gschwend, 1995: 2). En las colecciones  
renacentistas se introdujeron objetos orientales. Estos objetos fueron atractivos para  
los monarcas porque eran una representación de la gloria, de la idea de imperialismo y  
del dominio de la monarquía sobre la naturaleza (Albaladejo Martínez, 2014: 96).  
Cuanto más singular, exótico y único es el objeto dotaba de más prestigio a su  
poseedor, ya que le transfería de cualidades que le hacían parecer superior a los  
demás. En este punto, debemos destacar a la dinastía Habsburgo, la cual se situó  
sobre el resto de los soberanos europeos por ser capaz de atesorar piezas de otras  
civilizaciones desconocidas para el resto de Europa, gracias a las posesiones  
ultramarinas castellanas y portuguesas en América, Asia y África, mostrando así su  
dominio geopolítico. Esto provocó la adopción de vestimentas, tejidos, objetos y  
costumbres desconocidas en Europa, por lo cual se dotó de un aire lujoso y exclusivo a  
la corte. La rareza y el difícil acceso a esos objetos exóticos otorgó un prestigio a los  
miembros de la dinastía Habsburgo que ninguna otra casa reinante podía alcanzar.  
Todo este acopio de objetos encaminó a Europa hacia nuevos modelos culturales  
desarrollados en el siglo XVII y XVIII (Franco Rubio, 2019: 44-48).  
El coleccionismo fue una importante vía para la expresión del poder femenino. Un  
buen ejemplo de ello es Catalina de Austria, poseedora de una de las mayores  
colecciones exóticas renacentistas, que subrayó su posición como reina de un imperio  
de ultramar (Jordan Gschwend, 1995: 4). De este modo, Catalina de Austria integró la  
iconografía imperial de la corte de Lisboa en su escudo de armas. Sus títulos eran  
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reina de la conquista, la navegación y el comercio de Etiopía, Arabia, Persia e India”.  
Catalina se identificó con ese simbolismo imperial porque era consciente de su posicion  
como soberana del imperio ultramarino portugués, posición que los lujosos objetos  
asiáticos subrayaban (Jordan Gschwend, 2010: 2987). En torno a las mujeres  
poderosas de la Casa de Austria, se dio el diseño de una imagen pública idealizada de  
ellas, donde se plasmaron diversos elementos simbólicos como la majestad, la  
magnificencia, la suntuosidad y el lujo (Franco Rubio, 2019: 39-41). Por ese motivo, las  
mujeres de la realeza Habsburgo se hacían representar en cuadros con animales  
exóticos, como papagayos, o elementos orientales, como los abanicos; ya que esos  
elementos reflejaban el poder de su poseedor porque su adquisición requería de una  
amplia infraestructura económica, comercial y política (Albaladejo Martínez, 2004: 102).  
7. La adquisición de los objetos orientales  
Como se ha comentado anteriormente, Portugal y la Monarquía Hispánica fueron  
los territorios europeos donde los objetos orientales tuvieron mayor presencia, gracias  
a las factorías, colonias y relaciones comerciales que tenían los reinos ibéricos con los  
territorios ultramarinos. De este modo, los objetos exóticos orientales podían llegar a  
estos reinos europeos por diferentes vías.  
El uso de regalos en la diplomacia era muy importante para conseguir condiciones  
favorables en la firma de algún tratado o relación extranjera. Los regalos contribuían al  
éxito de las misiones diplomáticas, eran eficaces instrumentos para consolidar  
lealtades y alianzas políticas porque representaban el aprecio del destinatario por el  
donante (Heredia Moreno y Hidalgo Ogáyar, 2016: 152). En el siglo XVI los  
embajadores invertían parte de los gastos de la hacienda real en obsequios para los  
gobernadores expresando su deseo de amistad. Por esa razón iban cargados con  
regalos occidentales para los gobernadores de Asia, y a cambio también podían traer al  
rey productos orientales a su regreso (Aguiló Alonso, 2005: 526). Los reyes  
portugueses y españoles, sobre todo los primeros, mostraron una gran admiración por  
los navíos que llegaban de Oriente, y aceptaron las piezas más excelentes como regalo  
de los gobernadores o, incluso, de los dignatarios orientales (Aguiló Alonso, 1998: 156).  
Así pues, en el Inventario de joyas y guardarropa de 1528 perteneciente a Catalina de  
Austria, se observa que la reina fue agasajada por el rey de India, ya que envió a  
Lisboa un camarero para hacerle entrega de diversas joyas, entre las que destacan un  
collar realizado con rubíes, perlas y diamantes (Jordan Gschwend, 2010, 3093-3115):  
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mas recebio a camarera de Cornejo dos engastes de rrosas de oro, una de  
rrubyse otra de dyamantes que pesaron çinco ochavas e xxj granos son para  
el collar suso dicho esto se rrecebio a xx de febrerode lxxxix digo iii ochavas  
y tomines vj granos de que dará quenta a camarera a las perlas que se  
pusieron en las xxx travesas que se aqresçente el collar dos rubis e  
diamantes solo das cxlij perlas que enbyo un Rey da Yndya que pesan una  
onça e dos tomynes e x granos (Jordan Gschwend, 2010, 3093).  
El caso de Catalina de Austria es muy particular porque tanto comerciantes, como  
virreyes y funcionarios reales residentes en esas colonias ayudaron a la reina en su  
búsqueda de objetos extraños. En 1528 un potentado indio, el rey de Parafe, envió a la  
reina Catalina dos colgaduras de seda de colores de hilo de oro, y una gran bandeja de  
madera lacada con incrustaciones de oro y decoración policromada. También recibió  
marfiles y abanicos como regalo del emperador de Ceilán, lo cual refleja la relación  
cultural y artística que la reina mantuvo con Ceilán ya que el elefante era interpretado  
como un símbolo de soberanía en esa cultura. Catalina también compró a Goa piezas  
indolusas para ella y su familia (Jordan Gschwend, 2010: 2986).  
Otra vía de trasmisión de los objetos orientales por las cortes europeas fueron los  
intercambios de regalos entre familiares. El objetivo de afianzar los lazos familiares  
entre los Habsburgo potenció la afición de coleccionar objetos curiosos y el intercambio  
de objetos entre las diferentes cortes, principalmente entre Lisboa, Madrid y Viena  
(
García Sanz, 2003: 130). Era muy conocida la afición de Catalina de Austria de  
acumular objetos exóticos provenientes de Asia y regalárselos a sus familiares  
Kawamura, 2013: 266). Estos intercambios intensificaban las relaciones personales al  
(
tiempo que mantenían las alianzas políticas. Los objetos más deseados fueron los  
artículos de lujo y exóticos de África, Asia y América, como eran la porcelana Ming azul  
y blanca, lacas orientales, mobiliario, cuernos de rinoceronte, cofres de concha de  
nácar o carey, tejidos, maderas aromáticas, joyas y cocos de las Seychelles (Jordan  
Gschwend y Pérez de Tudela, 2003: 29). Además, dentro de la donación de objetos  
entre familiares, destacamos las transmisiones por herencia. Es sabido que la  
emperatriz Isabel poseía una gran cantidad de objetos exóticos procedentes de Oriente.  
A su muerte, la emperatriz Isabel reservó a su hijo Felipe de España las joyas y a las  
infantas, María y Juana, los objetos de oratorio teniendo María el privilegio de elegir  
(Redondo Cantera, 1998: 233).  
Por último, los objetos orientales también podían llegar a otras cortes de Europa  
gracias a la dote que aportara una consorte real, sobre todo si venía de la corte  
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portuguesa o castellana. Las mujeres fueron intermediadoras de los intercambios  
culturales que se estaban produciendo, fruto de la primera globalización y de las  
relaciones comerciales a nivel planetario. La mujer tenía un importante peso en este  
aspecto, porque las mujeres eran las mediadoras de esas culturas tan dispares y  
diversas. Cabe señalar que, además de la cultura que la reina o princesa poseía de su  
reino de origen, esta se debía adaptar a la cultura y costumbres del reino de su  
consorte. Así pues, podemos esgrimir como ejemplo de ello los casos de Catalina de  
Austria e Isabel de Portugal, las cuales tenían contacto con las manufacturas llegadas  
de Oriente debido a su vínculo con Portugal, y gracias a ellas muchas de esos objetos  
llegaron a Castilla o viceversa. Las cortes fueron el principal foco de irradiación de las  
transferencias culturales. Un ejemplo muy interesante es la historia del abanico en  
Europa, que muestra la capacidad de las mujeres como creadoras de moda e  
impulsoras de transferencias culturales hacia otras cortes. Las primeras portadoras de  
abanicos en la Península Ibérica fueron Catalina de Austria e Isabel de Portugal,  
traídos desde lugares como Ceilán, China e India para su uso personal, pero también  
empleados como regalo para las damas de su corte y las mujeres de su familia. Este  
elemento tiene una temprana presencia en retratos familiares lo cual demuestra su  
rápida difusión, convirtiéndose en un objeto de deseo por parte de las élites (Franco  
Rubio, 2019: 43-46).  
Conclusión  
Las mujeres de la Casa de Austria, ya lo fueran por nacimiento o como consortes,  
practicaron el coleccionismo de objetos orientales para expresar fastuosidad,  
magnificencia, estatus y autoridad. Como se ha comentado anteriormente, las mujeres  
de la Casa de Austria ejercieron su poder tanto en la Monarquía Hispánica, con sus  
múltiples territorios, así como en el Sacro Imperio Romano Germánico y la Corona de  
Portugal. El hecho de que estas mujeres estuvieran vinculadas a la Corona de Castilla  
y Portugal las colocaba en una situación de privilegio a la hora de adquirir objetos  
exóticos, sobre todo orientales, ya que las Coronas ibéricas tuvieron un papel  
protagonista en el comercio con Oriente. El coleccionismo de objetos orientales fue una  
forma de consumo ostentoso, así como un reflejo de la grandeza de los territorios que  
gobernaban y del prestigio de la dinastía a la que pertenecían, ya que era una manera  
de demostrar el control que poseían sobre diferentes partes del mundo. El intercambio  
y envío de regalos exóticos entre los miembros de la Casa de Austria llevaba implícito  
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varios mensajes, en primer lugar, era una muestra de alianza entre los miembros de la  
dinastía y sus respectivas cortes. En segundo lugar, era una forma de mostrar el  
prestigio de la corte emisaria y los poderosos aliados que tenía la corte receptora. Es  
muy importante dar un papel relevante a la figura de la mujer como ente con autoridad  
y poder. Las reinas poseían diferentes formas de mostrar su autoridad y legitimidad  
política, ya fuese a través de la vía institucional, pero también mediante estrategias no  
institucionales, entre las que destacan el coleccionismo de objetos exóticos, lujosos y  
exclusivos, el mecenazgo, las representaciones públicas, y la elaboración de una  
imagen propia a través del retrato de corte, donde aparecen portando estas  
mercaderías exóticas y prestigiantes.  
Estos productos orientales fueron muy atractivos para las élites europeas en  
general, y las reinas en particular, por su exclusividad y dificultad de adquisición. Ese  
interés tuvo como resultado la proliferación de intercambios culturales que dio lugar a  
un lenguaje estético nuevo, como se observan en los marfiles religiosos hispanofilipinos  
o indo-lusos, en los pequeños objetos Namban o en los biombos de la misma filiación  
estética. Como se ha hecho referencia anteriormente, los objetos orientales fueron un  
componente destacado de las estrategias de representación desplegadas por las élites  
europeas. Sin embargo, en los siglos XVII y XVIII, los productos orientales tuvieron una  
mayor difusión compitiendo en el mercado con las imitaciones occidentales, algunas de  
ellas de altísima calidad. Este fenómeno acabó con el aura de exclusividad de las  
manufacturas orientales de manera que, aunque siguieron siendo objetos suntuarios,  
no recuperaron la significación que tenían en las colecciones del Renacimiento. Sin  
embargo, a pesar de esa mayor expansión de los productos orientales, estos siguieron  
siendo elementos de lujo.  
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Conflicto de interés  
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