Revista Latinoamericana de Difusión Científica  
Volumen 3  Número 4  
ISSN 2711-0494  
Revista Latinoamericana de Difusión Científica  
Volumen 3 - Número 4  
Enero  Junio 2021  
Bogotá  Colombia  
Revista Latinoamericana de Difusión Científica  
Volumen 3 Número 4 - ISSN 2711-0494  
Emmanuel Parra // Rasgos generales del pensamiento político de Francisco de Miranda, 68-88  
Rasgos generales del pensamiento político de Francisco de Miranda  
Emmanuel Rafael Parra Granadillo *  
RESUMEN  
Se analiza el pensamiento político de Francisco de Miranda a partir de una caracterización  
general de su ideario político, para luego analizar tres conceptos centrales en su  
pensamiento: libertad racional, separación de poderes y cambio sin convulsiones. Desde el  
punto de vista metodológico se empleó la técnica de recopilación bibliográfica y el  
compendio de información. Se concluye que entre las nociones del pensamiento político de  
Francisco de Miranda, destacan: a) el concepto de libertad racional, acorde con su adhesión  
a los postulados de la Ilustración, lo que junto con la cultura europea que lo estimuló, su  
contacto con los clásicos griegos y latinos, fueron moldeando e influyendo su pensamiento  
político; b) la separación de poderes, como modelo constitucional para las nuevas repúblicas  
emancipadas; y c) un cambio sin convulsiones, idea también en línea con la Ilustración.  
PALABRAS CLAVE: Francisco de Miranda; pensamiento político; Ilustración;  
democracia  
*Tesista de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad del Zulia, Maracaibo-  
Venezuela. E-mail: Emmanuel40bogota@gmail.com  
Recibido: 03/11/2020  
Aceptado: 11/12/2020  
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General features of Francisco de Miranda political thought  
ABSTRACT  
The political thought of Francisco de Miranda is analyzed from a general characterization of  
his political ideology, to then analyze three central concepts in his thought: rational freedom,  
separation of powers and change without convulsions. From the methodological point of  
view, the bibliographic compilation technique and the information compendium were used. It  
is concluded that among the notions of Francisco de Miranda's political thought, the following  
stand out: a) the concept of rational freedom, in accordance with his adherence to the  
postulates of the Enlightenment, which together with the European culture that stimulated  
him, his contact with the Greek and Latin classics, were shaping and influencing his political  
thought; b) the separation of powers, as a constitutional model for the new emancipated  
republics; and c) a change without convulsions, an idea also in line with the Enlightenment.  
KEY WORDS: Francisco de Miranda; political thought; Illustration; democracy  
Introducción  
El esfuerzo por conocer a Francisco de Miranda como personaje y modelo histórico  
se convierte en una aventura interesante, pues son múltiples los caminos que llevan al  
encuentro con esta figura clave en la redefinición del rumbo latinoamericano de siempre; un  
hombre -a juicio del periódico londinense The Morning Chronicle (1785)- “de visiones  
sublimes y penetrante entendimiento, experto en idiomas, entendido en libros y conocedor  
del mundo, que ha dedicado muchos años al estudio de la política y las diversas clases de  
gobierno”. Esta apreciación refleja la vasta cultura de este personaje tan actual.  
Siendo la pasión por la libertad una constante motivación para su vida, Francisco de  
Miranda se aventuró a promover tenazmente la independencia americana, proyecto que  
supo exponer ante el imperio británico, la Francia revolucionaria y la naciente democracia  
estadounidense, naciones a los cuales viajó en busca de colaboración y apoyo para su  
causa. Pero no fue solo eso, sino que simultáneamente componía proclamas, preparaba  
reuniones, redactaba constituciones, diseñaba planes de invasión y recaudaba fondos, todo  
ello con la mirada puesta en una sola dirección: liberar a los pueblos americanos sometidos  
bajo el yugo español.  
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Llama la atención que el concepto estratégico que tenía Miranda sobre un  
subcontinente hispanoamericano quedó registrado para la posteridad en la enorme  
cantidad de escritos personales reunidos en 63 volúmenes, que en la actualidad son  
custodiados por la Academia Nacional de la Historia en Venezuela; allí deja por sentada  
su percepción para América, es decir, como lo han señalado Zeuske y Otálvaro (2017),  
una estatalidad especial a la que el mismo Miranda llamó Colombeia, un modelo  
continental poscolonial inclusivo, un concepto integral americano cuyos componentes y  
alcances representan un fundamento para las concepciones históricas de América.  
A continuación se analiza el pensamiento político de Francisco de Miranda,  
partiendo de una caracterización general que desemboca en algunos conceptos  
centrales en su ideario: libertad racional, separación de poderes y cambio sin  
convulsiones.  
1.  
Aspectos metodológicos  
Se desarrolló una investigación documental, priorizando la búsqueda de evidencias,  
tanto primarias (propias del Archivo del General Miranda, AGM) como secundarias,  
aportadas por otros autores como Bohórquez (1999, 2002, 2016), Rumazo (2016), Sánchez  
(
2016), entre otros. El nivel del abordaje fue descriptivo, con el fin de puntualizar biografía,  
sucesos, pensamiento político y otros aspectos relacionados con el personaje central de  
este estudio. Se empleó la técnica de recopilación bibliográfica y el compendio de  
información.  
2.  
Francisco de Miranda: breve biografía  
Bautizado como Sebastián Francisco, este personaje histórico nació en Caracas el  
8 de marzo del año 1750 entre una familia numerosa. Fueron sus padres el canario  
2
Sebastián de Miranda Ravelo, nacido en Tenerife, Islas Canarias, España en 1721, y la  
caraqueña de ascendencia canaria Francisca Antonia Rodríguez de Espinoza, matrimonio  
que engendró diez hijos, aunque el primero no llevaba el apellido Miranda. Entonces,  
Francisco fue el primogénito. La partida de bautismo expresa:  
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En la Catedral de la ciudad de Caracas, en cinco de abril de mil setecientos y  
cincuenta años, yo el infrascrito Teniente Cura bauticé solemnemente, puse óleo  
y crisma y di bendiciones a Sebastián Francisco, párvulo que nació a veinte y  
ocho de marzo, hijo legítimo de don Sebastián de Miranda y doña Francisca  
Antonia Rodríguez. Fue su padrino el bachiller don Tomás Baptista de Melo...”.  
(
Colombeia, 1978)  
Su padre no era un español puro, lo consideraban mestizo; por tanto, la familia  
Miranda y Rodríguez era tratada como socialmente inferior, siendo despreciada por la  
aristocracia local -los blancos criollos o mantuanos-. Por su impureza sanguínea, los  
Miranda y Rodríguez llevaban una vida muy restringida; a sus hijos les estaba prohibida la  
educación. Así, la adolescencia de Francisco estuvo marcada por la antipatía que los  
mantuanos mantenían contra su padre por ser este comerciante, ocupación que lo  
inhabilitaba para ser capitán del batallón de Milicias de Blancos. No obstante, con el tiempo  
adquirieron cierto estatus social debido a sus actividades comerciales.  
Al cumplir los 12 años, Francisco estudia latín; más tarde se inicia en artes en la  
Universidad de Caracas. Cercano a los 21 años se embarca para España (1771) sin concluir  
sus estudios. En Madrid estudia matemáticas, idiomas y geografía. Fue el primer y único  
criollo americano que realizó una gira mundial (Villatoro, 2016). Desde 1785 a 1789  
emprende un largo viaje por Europa. En su diario personal dejó la más completa crónica  
anotando todo lo que había visto, oído y aprendido sobre el Siglo de las Luces, hasta  
merecer ser considerado el mejor memoralista de su tiempo. Los periódicos ingleses se  
refieren a él como un hombre ilustrado y amante de la libertad de Suramérica”.  
En su carrera militar, Miranda formó parte del ejército español y también del francés,  
alcanzando los rangos de Coronel y Mariscal respectivamente; fue Coronel en el ejército  
ruso, rango concedido por Catalina II la Grande, y Primer Comandante en Jefe de los  
Ejércitos Venezolanos, siendo honrado como el “Generalísimo”. Participó en cuatro guerras:  
Marruecos, Estados Unidos, la Revolución Francesa y en su propia patria Venezuela,  
incluyendo brillantes hazañas militares, como su desempeño en el Sitio de Melilla, su victoria  
en Pensacola (Florida) y su ofensiva en la Batalla de Valmy.  
No obstante haber participado en tantos procesos revolucionarios, fracasó en su  
propio país, Venezuela. Pero su ideal político fue fundamental para fundar la Gran Colombia,  
mientras que sus ideas independentistas influyeron en destacados líderes como Bolívar y  
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O'Higgins. Su nombre está grabado en el Arco del Triunfo, en París, su retrato se encuentra  
en la Galería de los Personajes en el Palacio de Versalles, y su estatua está frente a la del  
General Kellerman en el Campo de Valmy, Francia.  
En 1795 conoce al joven general Napoleón Bonaparte, quien refiriéndose a Miranda,  
dijo: “ese Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma”. A principios de 1800  
vive en Londres con su ama de llaves, Sarah Andrews, que le dará 2 hijos: Leandro y  
Francisco. Allí, en 1801 prepara un programa de gobierno provisional, un reglamento militar  
y una proclama A los pueblos del continente colombiano. En 1802 se traslada a la que iba  
a convertirse en su residencia definitiva en Londres, la casa número 27 de Grafton Way, hoy  
día propiedad del Estado venezolano.  
Luego, se traslada a Estados Unidos donde visita al presidente Thomas Jefferson y  
al secretario de Estado James Madison, quienes lo reciben cordialmente pero sin  
comprometerse con él; así, ayudado por algunos amigos, en 1806 logra armar al barco  
Leander (llamado así en honor a su hijo Leandro), y zarpa hacia Haití el 2 de febrero donde  
se le unen las goletas Bee y Bacchus. El 12 de marzo Miranda iza la bandera tricolor  
(
amarillo, azul y rojo) que ondea en el mástil del Leander. El día 24 la expedición se dirige  
hacia Ocumare (Venezuela) vía Aruba. Los españoles, muy superiores en número y  
municiones, hacen huir la expedición hacia Barbados y Trinidad, mientras que las goletas  
caen en manos enemigas. Miranda reorganiza sus fuerzas y en agosto desembarca en La  
Vela de Coro e iza la bandera. Pero muchos habitantes, evitando comprometerse,  
abandonan la ciudad por miedo a las tropas realistas.  
Hacia el año 1807 está otra vez en Londres. Pero en diciembre de 1810 regresa al  
país por La Guaira donde es recibido con entusiasmo por la población y por Bolívar. Es  
nombrado teniente general de los Ejércitos de Venezuela. Presiona para que se instale la  
Sociedad Patriótica y en 1811 se incorpora al Congreso Constituyente como diputado por  
El Pao. Sostiene que es necesario declarar la Independencia definitiva; así lo hacen el 5 de  
julio con la firma del Acta, y pocos días después se adopta como bandera nacional la traída  
por Miranda en 1806.  
Después del terremoto de 1812, varias sublevaciones estaban bajo sospecha:  
entonces, el Poder Ejecutivo Federal nombra a Miranda General en Jefe en todo el territorio  
venezolano y delega en él facultades ordinarias y extraordinarias. Éste nombra a Bolívar  
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Comandante Militar y le encarga Puerto Cabello. Por otro lado, el capitán realista  
Monteverde ha invadido Valencia. Se le confieren poderes dictatoriales para salvar a la  
República, pero al perderse Puerto Cabello desaparece toda perspectiva de triunfo. Miranda  
decide proponerle a Monteverde un armisticio y subsiguiente capitulación, lo cual firman el  
día 25 de julio de 1812 en San Mateo.  
Al siguiente día Miranda se dirige a Caracas. Luego sale el 30 de julio hacia La Guaira  
para embarcar a Curazao sus libros y su archivo, la monumental Colombeia: 63 volúmenes  
encuadernados que contienen íntegra su historia y una colección de textos  
correspondientes a la unión y el trabajo revolucionario. El 31 de julio a las 3 am, un grupo  
cívico-militar, entre los cuales se encuentra Bolívar, arresta a Miranda, a quien le reprochan  
la capitulación, y lo encierran en el castillo San Carlos.  
Poco después los realistas entran en La Guaira y capturan a Miranda para enviarlo al  
castillo San Felipe, en Puerto Cabello. El 4 de junio de 1813 es trasladado a El Morro, una  
fortaleza en Puerto Rico; ese mismo año lo llevan preso a España, donde lo encierran en el  
fuerte Las Cuatro Torres, en La Carraca, Cádiz, aislado del mundo exterior. Piensa evadirse  
y pasar a Gibraltar pero una embolia cerebral lo paraliza. Murió tras una larga agonía, en la  
madrugada del 14 de julio de 1816. (Diccionario de Historia de Venezuela, 1997).  
3. Pensamiento político de Francisco de Miranda  
"
Sabemos que está en Londres en este momento un español americano de gran  
consecuencia, y poseído de la confianza de sus conciudadanos, que aspira a la gloria de  
ser el salvador de su país”. Así describe el periódico londinense The Morning Chronicle del  
2
0-08-1785 a Francisco de Miranda en un artículo publicado al referirse a tan ilustre visitante  
llegado a aquella ciudad.  
Es un hombre de visiones sublimes y penetrante entendimiento, experto en los  
idiomas antiguos y modernos, entendido en libros y conocedor del mundo. Ha  
dedicado muchos años al estudio general de la política; el origen, el progreso y  
los límites de las diversas clases de gobierno; las circunstancias que combinan y  
retienen a multitudes de la humanidad en sociedades políticas; y las causas por  
las cuales estas sociedades son disueltas y absorbidas por otras." (Colombeia,  
1
978).  
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En lo relativo a la independencia de Hispanoamérica, el Precursor por excelencia fue,  
sin duda, Francisco de Miranda. Aunque hubo otros precursores del movimiento  
emancipador, Sánchez (2016) recuerda que ninguno dedicó tantos años, energía, esfuerzos  
y creatividad a dicha causa como este venezolano universal, quien desde temprana edad  
(
prácticamente siendo aún adolescente) comenzó a formarse una conciencia cada vez más  
clara sobre la necesidad histórica de liberar los territorios colonizados por el imperio español  
durante casi tres siglos.  
Tal como lo describe Rumazo (2006), Miranda comprendió el momento histórico de  
la América española antes que todos; concibió, organizó y propagó la idea de la  
emancipación con energía durante treinta años; se involucró directamente en la guerra;  
comandó el ejército patriota con el grado de Generalísimo; fue hecho prisionero y murió en  
una cárcel enemiga. Fue así, el primer líder, el más distinguido.  
Consecuente con su acuciosa personalidad, Miranda analizaba las especificidades y  
manifestaciones de una sociedad que no era nativa pero tampoco peninsular del todo, sino  
que poseía características propias. Al mismo tiempo, como lo escriben Zeuske y Otálvaro  
(
2017), su visión estratégica tenía alcances continentales y casi imperiales por sus grandes  
dimensiones geográficas y su referencia directa a las colonias del Imperio español.  
Con base en lo que señala Sánchez (2016), Miranda fue el primer criollo hispano en  
propagar dos ideas políticas principales a escala internacional: una, que España y la  
América hispana eran dos cosas distintas; dos, el derecho de los habitantes locales a darse  
el sistema de gobierno, sus instituciones, autoridades y leyes que quisieran para regir sus  
propios destinos. Ciertamente, Miranda propugnaba que los americanos no eran inferiores  
a los europeos, sino iguales en derechos y en humanidad, pues había quienes suponían  
serviles e inferiores a dichas tierras y sus habitantes.  
Por ello, Miranda se empeña en contrastar ambos mundos para demostrar que el  
destino americano no podía seguir subordinado a los intereses de España, y que el  
momento para concretar un proyecto histórico propio e independiente era entonces. Para el  
citado autor, allí está la base de su pensamiento histórico, político y social, siendo por esos  
esfuerzos organizativos y conceptuales, como también por los graves apuros personales  
que corrió propagando las ideas emancipadoras, que Miranda es conocido en todo el mundo  
como “El Precursor”.  
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En línea con su pensamiento político, un aspecto que destaca en Miranda es estar  
entre los pocos que propusieron o diseñaron personalmente una simbología identificativa  
de la nueva nación, cuyos elementos -al menos dos-, siguen presentes en la actualidad.  
Primero, el nombre Colombia, del cual se discutía desde el siglo XVIII si era apropiado o no  
llamar América al continente descubierto por Cristóbal Colón en 1492. Miranda consideraba  
que lo correcto era honrar a Colón. En este tema, según Rumazo (2006) existía un nexo  
simbólico entre el Precursor y el ilustre navegante por quien sentía gran admiración. Por ello  
utilizó ese término para diferenciar a la América hispana de la América anglosajona. El  
segundo símbolo que está aún vigente es el esquema de colores que representaría al nuevo  
país, visible hoy en día en tres banderas nacionales cuyos países más adelante  
conformarían “La Gran Colombia”: Venezuela, la actual Colombia, y Ecuador.  
Por consiguiente, se puede inferir que el ideario bolivariano en buena parte procede  
del pensamiento político mirandino, aunque este aspecto no haya sido suficientemente  
reconocido hasta el presente. Este razonamiento sugiere la hipótesis que el episodio en  
Puerto Cabello donde Bolívar manda encarcelar a Miranda en 1812, lo que significó para  
éste el fin de su carrera y a la larga puso el punto final a su vida, marcó el destino de los  
dos venezolanos más ilustres, y aunque nunca lo mencionara, tal vez por la magnitud de  
aquel incidente fatal, muy probablemente ello impidió quizá el reconocimiento explícito de  
Bolívar a esa enorme deuda histórica.  
Retomando dicho argumento, bastaría con destacar al menos tres conceptos  
atribuidos a Simón Bolívar que fueron antes expuestos claramente por Miranda, y podrían  
calificarse como tres “deudas” intelectuales: (1) la liberación hispanoamericana bajo el  
patrocinio de Inglaterra; (2) la estructura del nuevo gobierno similar al modelo inglés, es  
decir, un Senado de Nobles, Cámara de Comunes, y un Monarca -Inca, como lo pensaba  
Miranda- que pudiera sustituirse por un Presidente Vitalicio -como lo pensaba Bolívar-. Y (3)  
finalmente, la simbología nombre y bandera- identificativa para una nación amplia y fuerte.  
Con relación a la primera deuda intelectual, estando en Londres Miranda escribe su  
conocida Propuesta de Hollwood, el 14-02-1790, con la que hace solicitud formal al gobierno  
británico para obtener su ayuda para realizar la independencia hispanoamericana,  
describiendo algunos aspectos que justifican dicha preocupación, como cuando señala que  
el imperio español vino “únicamente para enriquecerse, ultrajar y oprimir a los infelices  
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habitantes, con una rapacidad increíble, y lo que es más aún, oprimir también en  
entendimiento, con el infame tribunal de la Inquisición”. Consiste ella en una declaración de  
intenciones en la que señala sin sutileza alguna:  
"
La América española desea que la Inglaterra le ayude a sacudir la opresión  
infame en que la España la tiene constituida (…) se cree con todo derecho a  
repeler una dominación igualmente opresiva que tiránica y formarse para sí un  
gobierno libre, sabio, y equitable; con la forma que sea más adaptable al país,  
clima e índole de sus habitantes (…). La América tiene un vastísimo comercio  
que ofrecer con preferencia a la Inglaterra; tiene tesoros con qué pagar  
puntualmente los servicios que le hagan (…) espera la América que, uniéndose  
por un pacto solemne a la Inglaterra, estableciendo un gobierno libre, y  
semejante, y combinando un plan de comercio recíprocamente ventajoso,  
vengan estas dos naciones a formar el más respetable y preponderante cuerpo  
político del Mundo”. (Colombeia, 1978).  
Ahora bien, aunque la propuesta de una gran nación hispanoamericana a llamarse  
Colombia le pertenece a Miranda, Bolívar en su “Carta de Jamaica” dirigida al inglés Henry  
Cullen, reivindica esta autoría cuando expresa que “es una idea grandiosa formar…una sola  
nación. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por  
consiguiente, tener un solo gobierno”, lo cual hace pensar en una eventual reconciliación  
con la figura y el pensamiento mirandino. Como lo señala Bohórquez (2016), aunque  
Miranda justificaba históricamente la unión por haber sido todos injuriados del mismo modo,  
más importante era evitar seguir siéndolo; por eso, la unidad debía ser principalmente un  
proyecto político, y como complemento un proyecto económico.  
En cuanto a la segunda deuda intelectual de Bolívar con Miranda (punto número 2),  
vale la pena referir su bien conocida admiración por el modelo constitucional inglés; esta se  
evidencia en la idea que expuso ante el primer ministro inglés William Pitt en 1797, sobre  
un proyecto de Constitución para las colonias libres. Ese gobierno sería “semejante al de la  
Gran Bretaña (…) pues debe componerse de una Cámara de Comunes, otra de nobles y  
un Inca o soberano hereditario” (Archivo del General Miranda, citado por Ardao, 1986).  
Es preciso señalar que tras las diversas entrevistas con el primer ministro Pitt Miranda  
no consiguió la ayuda solicitada para sus fines emancipadores. Gutiérrez (2006) escribe  
que, pese a las decepciones, no se desalienta sino que permanece diligente y compone la  
primera Constitución para Hispanoamérica; sin embargo, no se puede negar que debió  
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hacer frente al desconsuelo y al pesimismo ante la imposibilidad de poner en marcha sus  
planes independentistas.  
Finalmente, sobre la tercera deuda intelectual referida a la simbología, a Miranda se  
debe el nombre de “Colombia”, “Continente Colombiano”, o “Continente Américo-  
Colombiano”, es decir, el territorio que abarca toda Latinoamérica actual, desde México a la  
Patagonia. Estas utopías “colombianas”, como las califica Bohórquez (2002), están  
plasmadas en el Plan de Gobierno Federal de 1801 y en otros escritos suyos. Todo un  
imperio, como se lo describe al primer ministro Pitt, gobernado por un emperador (Inca), con  
su capital Colombo, ubicada en Panamá. Así mismo, y como ya se ha escrito antes, la  
bandera tricolor, añil-rojigualda (azul, roja y amarilla), también creada por Miranda en 1806,  
fue izada por vez primera en Haití. En este sentido, Bohórquez (1999) refiere los testimonios  
contados por Arciniegas:  
Thomas Lewis comunica a Miranda el 26 de Febrero de 1806 sus gestiones en  
Port-au-Prince: ‘He conseguido todo lo necesario para la bandera y también  
espadas, charreteras, plumas…seda azul, una pieza de cashimir amarillo, una  
pieza de tejido azul. Llegó el día solemne… el 12 de Marzo de 1806 cuando el  
tricolor flamante cosido por largos y lindos dedos negros de mulatas haitianas  
subió lentamente el palo del Leander ante los ojos de un Miranda apoteósico,  
vistiendo siempre casaca azul y el corazón henchido de gozo, saludando a su  
bandera, al tricolor de rebeldía amarillo, azul y rojo” (p.319).  
En efecto, el “Leander” fue el primer barco en la historia que portó la bandera  
colombiana. Entonces solo simbolizaba una utopía. Aquel emblema mirandino, como lo  
conocemos hoy, al menos en sus colores, fue desplegado victoriosamente por primera vez  
el 14 de julio de 1811 durante la Primera República, estando Miranda en Caracas como  
General en Jefe de los ejércitos patriotas. En aquel momento, para Miranda el tricolor  
encarnaba todo un continente; para Bolívar solamente representaba lo que él llamará en lo  
sucesivo la “República de Colombia”.  
En relación con los planes de gobierno, Miranda lo que desea es responder a dos  
exigencias, ideas que serán constantes en su pensamiento político y que orientan su visión  
de América como unidad continental, aunque dada su condición de reo solicitado por el  
imperio español, su mayor debilidad consiste en que tales proyectos no se fundan en una  
realidad precisa, pues lo que a él llega son informaciones dadas por terceras personas,  
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viéndose obligado, por tanto, a legislar sobre hipótesis. Sin embargo, sus dos principales  
creencias siguen siendo:  
La primera, inspirada en El espíritu de las leyes de Montesquieu, citado por  
Rumazo (2006), establece que todo proyecto constitucional enunciado para la América  
hispana debe adecuarse a las idiosincrasias particulares de esta región, como también  
a las expectativas y costumbres ciudadanas (Márquez, 2020).  
La segunda, que toma de El Contrato Social de Rousseau, citado por Rumazo  
(
2006), prescribe la necesidad de un marco legal único para las provincias que  
conformarían la nueva nación y, para su eficacia, que el poder se concentre en uno o  
dos mandatarios.  
Ahora bien, para profundizar en su pensamiento político, siguiendo a Bohórquez  
2016), basta con revisar las referencias dadas por el mismo Miranda en cuanto a la forma  
(
de gobierno que pensó para la América hispana cuando ésta fuera independiente. Fueron  
cuatro los esquemas de gobierno que trazó, en distintas épocas: 1790, 1798, 1801 y 1808.  
Tras un análisis es posible encontrar un gran parecido entre los dos primeros y los dos  
últimos diseños.  
Antes que nada, es importante señalar que al comparar ambos planes sobresale una  
manifiesta evolución de las ideas políticas de Miranda, de una época a otra. Aunque hay  
similitud en la terminología escogida para nombrar las diversas instancias y cargos políticos  
en los dos proyectos, en relación con la estructura organizacional y las relaciones pueblo-  
gobierno, se observan diferencias en cuanto a perspectiva.  
En su primer proyecto constitucional (1790), Miranda propone establecer una  
monarquía hereditaria cuyo emperador será un Inca, o jefe supremo del poder ejecutivo,  
"
tornado de preferencia dentro de la misma familia"; también llama cuestores, censores y  
ediles a los que fungirían como secretarios de Estado o ministros actuales; así mismo, los  
curacas serían funcionarios del gobierno provincial.  
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Controlan a los  
Dos (2) Censores  
Senadores  
Ministros de  
Finanzas  
Dos (2) Cuestores  
Un Emperador  
(Inca)  
Ministros de  
Obras Públicas  
Ediles  
Funcionarios  
provinciales  
Curacas  
Fig. 1. Poder Ejecutivo, según el proyecto constitucional de 1790  
Fuente: Parra (2020)  
En cuanto a la aplicación del término Inca, para Bohórquez (2016) es muy probable  
se deba a la permanente actitud de Miranda por valorar la identidad americana; es decir, un  
recurso que inserta para colocar a un mismo nivel lo propio, lo autóctono y las tradiciones  
más respetables del Viejo Mundo. La misma autora pone en relieve un aspecto que llama a  
confusión en la personalidad del Precursor:  
Aun cuando en este primer plan se habla de una monarquía hereditaria, está  
claro que Miranda trata de encontrar un equilibrio entre monarquía y democracia  
al repartir la responsabilidad del gobierno entre funcionarios elegidos por el Inca  
y funcionarios elegidos por el pueblo” (p. 5).  
Por su parte, como sigue describiendo Bohórquez (2016), el poder legislativo sería  
bicameral: 1.) la Cámara de senadores (caciques), elegidos por el Inca entre aquellos que  
hayan ejercido un alto cargo en el gobierno, y 2.) Cámara de diputados, elegida por los  
ciudadanos en votación directa para un quinquenio. Dos Censores, también elegidos por los  
pobladores, vigilarían a los senadores en su conducta. Dos Cuestores designados por los  
diputados tendrían bajo su responsabilidad la cuestión financiera. Así mismo, a los ediles  
designados por el Senado, les corresponderían los trabajos públicos. Todos estos cargos  
durarían cinco años en funciones y al final del mandato, la gestión pública es juzgada por  
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las dos cámaras. Si bien los jueces son elegidos por el Inca, sus cargos son inamovibles y  
bien remunerados para asegurar que su criterio se desenvuelva totalmente con autonomía.  
Algo parecido ocurriría según el segundo bosquejo (1801) presentado por Miranda al  
Gabinete inglés; éste contaba con un Gobierno Provisional y un Gobierno Federal. Aquí,  
según Bohórquez (2016), mantiene la idea de un poder ejecutivo fuerte para aplicar las  
leyes, restringido a muy pocas personas porque muchos miembros no harían sino retardar  
las decisiones, con lo cual parafrasea a Rousseau ("la fuerza de todo gobierno está en razón  
inversa del número de sus gobernantes"), solo que la autoridad máxima reside en el  
Congreso; éste cuerpo elige al Inca por cinco años, y aunque sea persona sagrada e  
intocable durante su mandato, puede ser llevado después a juicio ante una Corte Suprema  
Nacional.  
Ambos planes, Provisorio y Federal, se complementan entre sí; el primero constituye  
la base sobre la cual se explica el segundo. El plan provisional es transitorio; su objetivo es  
llenar un vacío de poder al cesar el régimen colonial y se pueda establecer un gobierno  
autónomo; por tanto, sólo da instrucciones generales para asegurar que los asuntos  
públicos continúen. Dicho régimen interino primero declarará que "toda autoridad emanada  
del gobierno español queda abolida inmediatamente", luego fijará las condiciones mínimas  
necesarias para convocar a comicios, donde se definirá la composición y funciones de los  
nuevos Cabildos y las Asambleas Provinciales. Estas últimas se encargarán del gobierno  
general de la provincia hasta que se constituya el gobierno federal.  
Por consiguiente, la formulación definitiva del pensamiento político de Miranda está  
condensada en este plan constitucional de 1801. Es el mismo que llevará a Caracas en  
1
810, y que igualmente expondrá en 1811 a la comisión preparatoria del proyecto de  
Constitución para la nueva República venezolana. En consecuencia, opina Bohórquez  
2016), en cuanto a la estructura del poder, su doctrina atravesó claramente por dos  
(
períodos diferentes: en el primero, se inclina por una monarquía parlamentaria para la  
América hispana emancipada, influenciado por su admiración del sistema constitucional  
inglés; en el segundo, se hace completamente republicano.  
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GOBIERNO PROVISORIO  
GOBIERNO FEDERAL (Republicano)  
LLenar el vacío de poder  
Gobierno autónomo electo en comicios  
por 5 años  
Asegurar la continuacion de los asuntos  
públicos  
Fijar las condiciones mínimas necesarias  
para convocar a comicios  
Fig. 2. Gobierno Provisional y Gobierno Federal, según el proyecto constitucional de  
1
801. Fuente: Parra (2020)  
Sobre la base de las ideas expuestas, el cambio que Miranda desea debe ser “sin  
convulsiones", es decir, no violento, por ello cree que en el medio está la virtud, y prescindirá  
siempre de todo exceso. Defiende la "libertad racional", por tanto, se apoya en instituciones  
preexistentes para incorporar principios innovadores, como el que todos los habitantes del  
continente son iguales, sin distinción alguna de castas.  
Desde la perspectiva de Bohórquez (2016), todos los ciudadanos oriundos del país,  
sin importar la raza, excepto los esclavos, son elegibles para ocupar cargos públicos,  
siempre que cumplan con las condiciones requeridas. En cuanto a los no americanos, vale  
decir, a los extranjeros, también podrán optar por naturalizarse toda vez que juren fidelidad  
al nuevo gobierno, sea que estén establecidos o se hayan casado en cualquier provincia  
hispanoamericana, y si no son casados “hagan al menos dos campañas por la  
independencia americana". Aparece así el fundamento de ciudadanía, sea por derecho  
natural (nacimiento) o por derecho adquirido (a través de un compromiso personal). Miranda  
instituye así el principio de pertenencia al territorio como única fuente de derechos en la  
nueva nación.  
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En todo caso, introduce una diferencia entre derechos civiles y derechos políticos. En  
materia civil todos los ciudadanos americanos gozan de las mismas prerrogativas, pero en  
lo político, para poder elegir y ser elegido Miranda agrega un elemento: la condición de  
propiedad; que el sujeto ostente terrenos en posesión, cuya cantidad aumenta según la  
jerarquía del cargo a ejercer, excepto para los oficios contenciosos, los cuales no requieren  
ningún prerrequisito.  
Sobre este principio de Propiedad como exigencia para la gestión pública, se observa  
una evolución en el pensamiento político mirandino. En efecto, mientras estuvo en los  
Estados Unidos le parecía impropio que un gobierno tan democrático no le diera importancia  
a la virtud, siendo ésta el fundamento de la democracia, y por el contrario se exaltara a la  
propiedad que es justamente causa del desprestigio de una nación como esa. En cambio,  
ahora la presenta como a una virtud y garantía de la responsabilidad moral con el nuevo  
país. Habría que señalar que para esta época ya Miranda simpatizaba con el Liberalismo  
como filosofía política.  
Retomando a Bohórquez (2016), desde el comienzo Miranda busca convencer a la  
intelectualidad local no solamente de la necesidad de la emancipación, sino también de la  
unión; pues según su visión un objetivo de tal magnitud demanda la fusión de todos los  
esfuerzos absolutamente, lo que él mismo llamará la unión indispensable. Sin esta  
amalgama, la liberación de la América meridional no pasará de ser una quimera y jamás  
podrá ser una “sólida y libre independencia”. Además, se debe valorar dicha unificación, en  
palabras de esta autora, “como una verdadera integración de unidades parciales que  
constituyen una nueva entidad de carácter permanente, la cual ha de llegar a ser, por otra  
parte, una gran potencia mundial” y no como una simple alianza estratégica que solo  
persigue un objetivo particular.  
4. Ideas fundamentales del pensamiento político de Francisco de Miranda  
Al intentar reflexionar sobre las ideas políticas, difícilmente podrían ser descritas  
como fenómeno, quizá por lo ambiguo o por su carácter multívoco y variable, ya que  
comparten su objeto de estudio con variadas ramas del saber, como la filosofía, la historia  
o la sociología. Pero particularmente, al tratarse del pensamiento político de un personaje  
como Miranda que, no obstante la familiaridad lograda hasta el presente con los valores que  
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impulsaron sus actuaciones, la política en él se convierte en un fenómeno universal por el  
cual desarrollaba sus actividades y establecía relaciones.  
En definitiva, el pensamiento político de Miranda enmarcado en la Ilustración, da  
prioridad a las virtudes de la razón, el orden y la fe en la gran capacidad del hombre para  
progresar, al tiempo que desecha los atajos que no posean un hilo conductor para su  
ejecución. Expresa, además, que “todo lo que es muy exaltado dura poco o quema y  
destruye con la violencia”. Así, la base para todos sus planes y proyectos constitucionales  
es la noción de “libertad racional”, como la describe Sánchez (2016), una libertad  
disciplinada cuyo principio rector sea el orden.  
4.1.  
Libertad racional  
En la misma perspectiva de Bohórquez (1999), Miranda quiere expresar con la idea  
de libertad racional una libertad sujetada al orden, para garantizar el bienestar permanente  
y el progreso constante en la sociedad, convencido de que sólo la sabiduría puede conducir  
a la humanidad hacia la perfección. Así, Miranda rechaza toda vía en la cual no sea posible  
establecer un hilo conductor para la acción, ya que todo lo que es muy exaltado dura poco  
o quema y destruye con la violencia. Fiel a este principio, Miranda establece la ‘libertad  
racional’ en todos sus planes y proyectos constitucionales como noción indispensable.  
Para volver a los principios de los que nos hemos apartado, debemos seguir un  
curso inverso; y dado que la tiranía se ha arrogado todos los poderes, es  
necesario que la libertad los divida y haga imposible a partir de ahora esta  
monstruosa confusión. Este es el primer paso para la restauración del orden”.  
(
Sobre la situación actual de Francia y sobre los remedios adecuados para sus  
males, 1795. Colombeia, 1978).  
Así pues, de manera constante dice Bohórquez (1999)-, se consiguen en sus  
escritos expresiones como "libertad sabiamente entendida", "gobierno libre y sabio", "sabia  
y juiciosa libertad civil", lo cual demuestra una conexión firme entre libertad y razón. Además,  
esta propuesta de libertad racional fue primordial en todos sus proyectos de Constitución;  
planes que responderán a dos exigencias: uno, inspirado en Montesquieu, según el cual  
aquellos deben adaptarse a las idiosincrasias del ciudadano, a sus necesidades y  
costumbres; otro, iluminado por Rousseau, que exista un marco legal único para la nueva  
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nación. Solo tras haber cumplido estas dos demandas sería posible garantizar la libertad  
racional en el continente colombiano.  
…y espero más de los E.U. de la América (por lo mucho que les interesa nuestra  
Independencia) y ¡sobre todo de nosotros mismos, que de ningún otro! ¡Gracias  
al perjuicio incalculable que ha hecho la Anarquía galicana a la Libertad en todo  
el mundo!” (Carta a Manuel Gual. Archivo del General Miranda, 1950)  
Así mismo, Miranda desaprueba enérgicamente toda manifestación anárquica  
producto del desorden e indisciplina, a la que considera como una gran insensatez, pues es  
contraria a la razón. Aunado a esto, la anarquía es un elemento contradictorio en términos  
de libertad, debido a que al estar sometidos al desorden es imposible garantizar cualquier  
derecho individual.  
4.2. Separación de poderes  
Por su parte, Bohórquez (1999) ratifica que cuando intenta encontrar el justo medio  
entre los dos extremos que atentan contra la libertad, siendo estos la opresión y la anarquía,  
Miranda encuentra en el concepto de libertad racional la herramienta idónea para lograr un  
cambio sin convulsiones, a partir del proyecto emancipador, en otras palabras, una  
revolución sin violencia.  
Ante todo, una prudente división de poderes podrá proporcionarle estabilidad a un  
gobierno. En principio, todas las autoridades constituidas se vigilan mutuamente, ya que a  
cada una en particular le interesa mantener la Constitución pues gracias a ella existen. Si  
bien esto es cierto, para juzgar apropiadamente el sistema de separación de poderes hay  
que apelar a los principales autores ilustrados convencidos del pensamiento político liberal;  
así, casi automáticamente vienen a la mente nombres como John Locke en Inglaterra y  
Montesquieu en Francia.  
Llama la atención que la influencia de Locke ha sido pública y notoria. Conjuntamente  
con ser el padre del Liberalismo, es también padre y propulsor del Constitucionalismo,  
siendo éste una corriente jurídica y política que tiende a preservar los derechos individuales,  
los cuales son inviolables pero deberán poseer aplicaciones distintas para evitar que se  
entronice el despotismo.  
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Analizando a Montesquieu, Bordalí (2008) recuerda que la separación de poderes no  
siempre es un asunto llevado pacíficamente y que puede traer a confusión. En efecto, es  
imposible pensar que en una monarquía absoluta donde todo el poder lo ostenta el monarca  
y su decisión judicial particular es el principal momento del Derecho (Estado jurisdiccional),  
la transición hacia un Estado de Derecho se realice pacíficamente dando lugar a la división  
de poderes, cuyo principal momento es la actividad parlamentaria (leyes) y luego su  
aplicación estricta y fiel sea realizada por jueces independientes del poder político.  
Sin embargo, según el pensamiento político de Miranda, mediante una sabia división  
de poderes se consigue dar estabilidad a un gobierno; todas las autoridades constituidas se  
convierten en guardianas unas de otras (“Sobre la situación actual de Francia y sobre los  
remedios adecuados para sus males”. Colombeia, 1978). Acá el Precursor elogia los  
beneficios de la separación de poderes teorizada por Montesquieu; expone sus ideas  
referidas a los objetivos cortoplacistas que debe trazarse el Estado francés para asegurar  
los frutos tangibles logrados por la revolución, suprimir sus repercusiones destructivas y  
alcanzar una paz perdurable en Europa.  
En este sentido, el ilustrado Montesquieu defiende la separación de poderes, aunque  
lo que defiende es el Derecho creado por la ciudadanía mayoritaria que se expresa en la  
ley. Pero, discurre Bordalí (2008), la finalidad del filósofo Montesquieu no es dividir  
propiamente los poderes del Estado, sino fundamentalmente equilibrar a los individuos y  
grupos de interés de la sociedad a la que él pertenecía.  
Por su parte, sigue defendiendo Miranda en el referido texto: “Si, por el contrario,  
todos los poderes se concentran en un solo cuerpo, una parte de este cuerpo siempre se  
arrogará la autoridad sobre todo el conjunto” (Colombeia, 1978). También advierte que solo  
si se establece un verdadero gobierno sobre la base de la sana libertad ciudadana, Francia  
alcanzará la paz con el resto de Europa y su estabilidad económica, siempre que el poder  
lo ejerzan hombres justos e instruidos.  
4.3.Un cambio sin convulsiones  
Parafraseando a Castañar Pérez (2014), la violencia es una forma de acción, política  
o social, aparentemente efectiva a cualquier nivel: instrumental, comunicativo o  
transaccional; se ejerce con poca capacidad organizacional. Es común escuchar que “una  
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revolución violenta engendrará una sociedad violenta”. Ahora bien, quienes buscan una  
respuesta rápida y enérgica ante las injusticias son seducidos por la acción violenta, pero  
para una solución realmente permanente, ésta deberá ser meditada y consensuada. Si se  
hace lo contrario, se necesitará de más violencia para perpetuarse.  
Desde luego, el deseo de Miranda en cuanto un cambio sin convulsiones, es decir,  
sin violencia, no sólo es posible sino que históricamente ha tenido mayores porcentajes de  
éxito. Estadísticamente, durante el pasado siglo XX las revoluciones no violentas triunfaron  
en un 60% y las violentas tan sólo en un 30%, a juicio de Castañar Pérez (2014), quien  
advierte de sus implicaciones:  
Hay que enfrentarse a estrategias violentas de represión.  
Las estrategias no violentas buscan maximizar la efectividad de la lucha.  
Minimizarán el efecto de la represión al deslegitimarla públicamente.  
Permitirán movilizar un mayor número de personas.  
Es la mejor manera de defenderse de la represión.  
Algo semejante ocurre con Francisco de Miranda. Siempre aspiró a un cambio sin  
convulsiones, es decir, a una revolución sin violencia, siempre a favor de encontrar el justo  
medio. Todas sus propuestas constitucionales, según Bohórquez (1999), evocan la misma  
idea: que solo hombres virtuosos e ilustrados pueden salvar a la patria; que una sabia  
división de poderes dará estabilidad a un gobierno; que cuanto más libre sea un pueblo,  
más fuerte debe ser el poder judicial. Es partidario de: un poder ejecutivo fuerte, restringido  
a pocas personas; abolir los impuestos personales; las milicias unificadas comandadas por  
un Generalísimo; los curas sean controlados por sus respectivos parroquianos; los jueces  
elegidos por los ciudadanos en comicios en las diferentes circunscripciones.  
Por sobre todo, como lo señala Villatoro (2016), Miranda no fue un agitador, nunca  
instigó la rebelión de las clases bajas contra la Corona española como sí sucedió en Haití  
con la revuelta de los negros contra Francia entre 1791 y 1804-, sino que abogó por una  
emancipación protagonizada por la clase alta. Tampoco fue un revolucionario social ni  
estuvo dentro de su agenda promover el desorden entre las masas y la gente más  
desposeída. Sus ideas se limitaron específicamente a una revolución política.  
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Conclusiones  
Entre las nociones del pensamiento político de Francisco de Miranda, destacan: a) el  
concepto de libertad racional, acorde con su adhesión a los postulados de la Ilustración, lo  
que junto con la cultura europea que lo estimuló, su contacto con los clásicos griegos y  
latinos, fueron moldeando e influyendo su pensamiento político; b) la separación de poderes,  
como modelo constitucional para las nuevas repúblicas emancipadas; y c) un cambio sin  
convulsiones, idea también en línea con la Ilustración.  
Grandes personajes del siglo XIX, como Bolívar, O’Higgins o San Martín,  
transformaron la “Colombia Continental” mirandina en diversas propuestas: Colombia, la  
confederación americana o la liga de naciones. Sin embargo, Miranda percibió que el ideal  
integracionista se diluía en estas y otras propuestas, cada una por su lado: “marchemos  
unánimes al mismo punto, pues con la desunión solamente correría riesgo, a mi parecer,  
nuestra salvación e independencia" (Carta al Marqués del Toro, AGM). Así pues, su  
propuesta de integración no tuvo el eco esperado, la cual hoy en día sigue siendo una utopía  
inalcanzable.  
Referencias  
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Colombia, de Miranda a Hostos. Cuadernos de Cultura Latinoamericana 2. Centro de  
Estudios Latinoamericanos. Facultad de Filosofía y Letras. UNAM, México.  
Bohórquez, Carmen (1999). Francisco de Miranda: La construcción política de una patria  
020]  
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Disponible  
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América Latina. Fundación Editorial El perro y la vaca.  
Bohórquez, Carmen (2016). Francisco de Miranda, Precursor de las independencias de la  
América Latina. Gobierno Bolivariano de Venezuela, Ministerio de la Cultura. Fundación  
Editorial El Perro y la Rana.  
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chileno. Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, número 30.  
er  
Valparaíso, Chile, 1 Semestre de 2008. [pp. 185-219]. Disponible en  
87  
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Volumen 3 Número 4 - ISSN 2711-0494  
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[
Consulta: noviembre 02, 2020]  
Castañar Pérez, J. (2014). Teoría e Historia de la Revolución No Violenta. Virus Editorial.  
Colombeia (1978). Tomo I. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República.  
Diccionario de Historia de Venezuela (1997). Tomo 3, Caracas, Fundación Polar.  
Márquez Ramírez, Jesús Alberto (2020). Fundamentos filosóficos e ideológicos de la  
democracia en los siglos XIX y XX, Revista Latinoamericana de Difusión Científica, 2 (3),  
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3-102. DOI: https://doi.org/10.38186/difcie.23.07  
Rumazo, A. (2006). Francisco de Miranda Protolíder de la Independencia Americana  
Biografía). Ediciones de la Presidencia de la República. Ministerio del Despacho de la  
(
Presidencia. Caracas, Venezuela.  
Sánchez Meleán, Jorge (2016). Francisco de Miranda: hombre de pensamiento y acción.  
Boletín de la Academia de Historia del Estado Zulia, Número 54, Julio-Diciembre, 2016.  
Villatoro, Manuel P. (2016). Francisco de Miranda: El espía que traicionó a España y batalló  
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bolivar-independencia-venezuela-201607210143_noticia.html  
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paso por el Sacro Imperio Romano Germánico, 1785-1789. Anuario Colombiano de Historia  
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