Revista Latinoamericana de Difusión Científica
Volumen 3 – Número 4 - ISSN 2711-0494
Édixon Ochoa // El Tratado Pombo-Michelena (1833): mitos y verdades, 43-54
estipulaciones, en todo caso, resultan más favorables que la frontera del laudo
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(
…) .
Más tarde, Pedro Nikken (1980) expuso que Venezuela había perdido en los laudos
de 1891 y 1922 lo obtenido por Michelena en 1833, pero “torpemente” improbado por el
Congreso, “por haber dejado predominar las voces de los más extremistas, los más
insensatos y los más escandalosos”. Earle Herrera (1981), señaló la reprobación del tratado
como “un rechazo lamentable”, afirma que “Todas las personas que hemos entrevistado,
han coincidido en señalar lo negativo de ese rechazo” y ratifica “lo perjudicial que resultó
esa decisión”, atribuyéndola a “la falta de visión de los legisladores venezolanos del siglo
pasado, quienes se negaron a ratificar el Tratado Pombo-Michelena” 4.
En la opinión de Alberto Arias Amado (s/f), el gobierno venezolano erró al “no haber
aceptado la delimitación del Tratado Michelena-Pombo”. Según William Fuenmayor (2007),
a los congresistas de 1835-1840 les faltó “visión sobre los alcances que en el futuro iba a
acarrear el rechazo de este proyecto de tratado”, pero añade que “El haber cuestionado los
congresos (…) el proyecto de Tratado Pombo-Michelena trajo como consecuencia
inmediata que a partir de 1941 los colombianos se hicieran ribereños al Golfo de Venezuela”.
Por su parte, Isidro Morales Paúl (2009), refiere que “El largo proceso de negociación entre
Venezuela y Colombia revela que el Tratado Pombo-Michelena reflejaba un punto de vista
equilibrado (…)”.
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En 1918 Venezuela y Colombia convinieron en un segundo arbitraje ante el tribunal de la Confederación
Helvética (Suiza), para esclarecer la ejecución del laudo español de 1891. Colombia envió a un negociador y
un diplomático, quienes se establecieron en Berna, la capital suiza, con suficientes fondos, reclutando a dos
de los mejores abogados suizos durante los cuatro años de estudio arbitral (1919-1922) y fomentando las
relaciones públicas y las recepciones en la embajada. José Gil Fortoul fue enviado a Suiza como único
representante de Venezuela, permaneció en Berna, la capital suiza, tan sólo por 24 horas y se radicó en París
al considerar que Suiza era muy “fastidiosa”. Los suizos consideraron su actitud como “arrogancia y desaire”
venezolanos. Ya sabemos el desfavorable resultado del arbitraje suizo para Venezuela (Echeverría Goenaga,
2004). Véase cómo en su Historia constitucional de Venezuela (1930), Gil Fortoul buscar adjudicar a los
congresistas venezolanos de 1835-1840 los errores cometidos por él en torno al laudo suizo de 1922. Aquí
cabe señalar el axioma jurídico: “Nadie puede alegar a favor de su propia torpeza”.
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Décadas después, Earle Herrera figurará como dirigente político del régimen socialista imperante en
Venezuela, abanderado autocráticamente por Hugo Chávez Frías (1999-2013) y continuado tiránicamente por
Nicolás Maduro (desde 2013). Un gobierno que, desde 2004, ha asumido una posición exigua, complaciente
y, ¿por qué no?, entreguista respecto a la legítima reivindicación de Venezuela sobre el Esequibo.
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